¡Quién lo diría!, la fábrica ACME presentó quiebra y cerró definitivamente sus puertas.
¿Nos puede decir cuál ha sido la causa?, le preguntó el periodista de una renombrada publicación de economía al dueño de la fábrica.
El dueño dio de hombro y, señalando el desierto extendiéndose hasta el norte de México, dijo:
La culpa es toda de él. El periodista se dio vuelta, pero no vio nada que le llamase la atención, solo desierto y más desierto.
Pero, no veo nada, manifestó, pero el hombre ya le alcanzaba un largavistas.
Mire y observe, le dijo.
El periodista escrutó la inmensidad: a lo lejos se veía a un coyote guiando un bando de indocumentados cargando críos en los brazos y bultos en la espalda. Por veces el coyote se detenía y, levantando una pata trasera, les hacía señales a los que lo seguían para que también se detuviesen; después miraba para todos lados, y enseguida repetía otra señal con una de las patas delanteras. Entonces volvían a emprender la marcha.
Cosa de no creer, murmuró el periodista.
Pero es verdad, respondió el dueño de la ya extinta ACME.
¿Y dígame, ha sobrado mucha mercadería?
¿Qué si nos ha sobrado?, mire usted. El hombre tecleó en la computadora y enseguida giró el monitor. El periodista agrandó los ojos y soltó un silbido de admiración al ver una serie de fotografías mostrando galpones abarrotados hasta el techo de cajas y cajas de mercadería lista para la venta.
Y eso no es nada, siguió hablando el hombre, lo peor es que ni vendiendo por debajo del costo logramos que alguien se interese; con lo que a medida que los productos se vayan venciendo tendremos que tirarlos en algún basurero municipal.
¿Y que piensa hacer de ahora en más?
Bueno, como se dice: hay que adecuarse a los cambios sino se quiere morir en el olvido. Con lo que hemos pensado reestructurarnos y ya para principios del año que viene debemos empezar a fabricar alimento procesado para correcaminos, ya que ahora está aumentando considerablemente su población.
Cuando el periodista abandonó la oficina, el dueño de ACME abrió una carpeta con la inscripción "TOP SECRET", donde estaban los planos de los futuros túneles que pensaba excavar a lo largo de la frontera. No era justo a él, taimado empresario, que se le iban a escapar los coyotes, los mejores clientes que siempre había tenido.
Por ahora que sigan haciendo sus negocios, dijo, dándole palmaditas a la carpeta, pero dejen que llegue la maquinaria; a partir del año que viene tendrán que pagarme el peaje.
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