La verdad es una puta mentira, ¿o es al revés?
Por Cipriano Lorenzo de Ara Rodríguez
Enviado el 23/06/2021, clasificado en Drama
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Quiero que sepas lo que es la mentira.
Olvida por un instante, ya sabes, el segundo que dura la vida, y todo lo que te han contado sobre la verdad.
¡La cochina verdad!
Siéntate, querido amigo. ¿Quieres mear primero? ¿Comer algo? Tengo de todo en la nevera. Puedo prepararte un hígado a la plancha con un poco de sal y verdura fresca, recién comprada en el mercado de aquí al lado. Ya sabes, de toda confianza.
Ah, no te apetece. Como quieras.
¿Quieres fumar? Si te apetece puedes hacerlo. Espera, abro la puerta de la terraza y ya está.
Ah, qué fresquito el que entra. La brisa del mar; y ni una voz. ¿Oyes?
Nada. Nada de nada.
Cuando compré esta casa lo que más me gustó fue el sitio. Sabía que muy poca gente pasa por aquí. No se baña nadie en esta playita. Al parecer todos los ahogados de la isla aparecen en esta orilla. Y puedo asegurarte que son cincuenta metros de costa. No más. Pero nadie conoce el motivo. Los oceanógrafos, algunos, no todos, susurran que son las corrientes de no sé dónde. Pero un tío de arriba, de Vilaflor, salió el otro día por la tele asegurando que los ahogados primero pasan por su finca, charlan con él, dan un paseo matutino, toman un buen café y con la misma, dando las gracias (eso siempre) se van al carajo y aparecen como por arte de magia en esta playita.
Yo sí que me baño. Que lo sepas.
Bueno. Como te iba diciendo. Deja de tener en cuenta la verdad de las cosas. La verdad de la vida y todas esas chorradas que nos cuentan de niño y siendo ya hombres escuchamos y leemos y pensamos. La verdad no existe. Nunca ha existido. La verdad es una mentira inventada por la filosofía. ¿No me crees?
Te haré ver la realidad, o sea, la mentira, en un santiamén.
Comprueba.
Aquí tengo una pistola. ¿La ves? Nuevecita. Recién comprada.
No vayas a creer que soy un loco de esos que compra un arma de fuego para dar matarile a media ciudad.
Se la compré a un negrata que me la vendió a buen precio. Y también las balas. El cargador está lleno.
Verás. Te apunto. Te disparo. (Dispara) Tus sesos han saltado por los aires. La sangre, más negra que roja, la verdad, corre ya por el asiento. Vuelo a dispararte en la cara. (Lo hace). Y de la persona con la que hablaba queda, ojo, aparentemente, y repito lo de aparentemente porque es muy importante, un trozo de carne que pierde sangre a chorros.
¿Estás muerto?
¡Ni de coña!
A ver, si estuvieras muerto cómo carajo ibas a responder a esta pregunta: ¿Qué hora es, Lorenzo?
“Las ocho y media”.
Lo ves, amigo mío.
La verdad es una puta mentira.
Toma la pistola y pégame un tiro.
Sostengo la pistola sin dudarlo y vacío el cargador sobre el hijoputa. Luego lo reviento a patadas. Me meo encima de él. Salto. Bailo sobre su puta cabeza.
Y le pregunto.
¿¡Vas a seguir escribiendo!? ¡A que no!
¡Pues claro que no, puto muerto!
La verdad y la mentira no existen. Nunca han existido y nunca existirán. Sólo existimos nosotros, las criaturas de la nada. Esclavos si queremos, pero dueños absolutos de todo lo que Es. De todo lo que no Es.
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