Hay momentos malos en la vida y me pasó hace años.
Estábamos recién casados y para abreviar, tenía que trabajar en cualquier cosa para conseguir ingresos.
Me tocó ir a limpiar a casas y no había Internet, periódicos o contactos. En la panadería había un anuncio que decía que “Señor mayor busca compañía y limpieza de la casa”, cogí el teléfono de la cabina y me atendió un señor, quedé con él en su casa.
En esa época yo usaba faldas bastante cortas y pantalones bastante ajustados. Me abría la puerta un señor de unos 70 años bastante firme, no muy alto y un poco de barriga. Me senté frente a él y no dejaba de mirarme las piernas, mi falda era bastante corta. Hablamos y acepté horas y precio, pero me dijo de qué forma tendría que estar en la casa. Me dijo que tendría que llevar una falda como la que tenía puesta y me dijo que me pusiera de pie y me girara, también me pidió que me agachara como si buscase algo del suelo y sabía que me comería con la mirada. El dinero que me ofrecía y el tiempo era para mí la gloria, tendría que hacer un sacrificio a pesar que no era el tipo de hombre que me gustaba en esos momentos y edad.
Cuando iba yo ya llevaba en el bolso una mini-mini que nuca me ponía porque se me veía todo, lógicamente cuando limpiaba me tenía que agachar y por supuesto el no dejaba de mirarme en las tres o custro horas que estaba yo.
Yo pasado seis meses ya estaba acostumbrada, él se tocaba mientras me miraba, pero sin sacarse el pito, hasta que un día me dijo que me doblaba el sueldo si tres veces a la semana se la chupaba y solamente que me tocaría.
Y así fue otros seis meses más, hasta que encontré algo mejor, pero con menos dinero.
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