En la sala “K”. se veía el desamparo en las personas que estabamos para poder arañar esos momentos que no son los mismos que cuando se es joven, pero aun así nos resistimos, no entendemos qué, la vida tiene plazo de caducidad, no creemos que nos llegue a nosotros, aunque digamos que sí, nuestra mente es obtusa en ese pensamiento.
Casi todos de edad avanzada, esperando su turno de análisis de sangra u orina, visitas al hematólogo, tratamiento.
De unos de los cientos y pico tipos de cáncer, de sangre, algunos se curan si se prescriben a tiempo, otros, son crónicos, se pueden superar unos años, si no se prescriben a tiempo…
Entré en un apartado donde se practican los tratamientos.
Me atreví a preguntar a la enfermera que me lo ponía,
-¿Cuanto tiempo estaba en la sección “K”?
Me respondió.
-Unos siete años.
Le volví a preguntar.
-¿Cuanto tiempo solemos tardar en desaparecer los que venimos aquí?
Me miró, sonrió.
No me contestó.
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