LA ÁGORA DOMÉSTICA

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Todos hemos visto en innumeables ocasiones los desagradables enfrentamientos de los partidos políticos en los Parlamentos que en una gran parte se debe a la ideología dogmática de los mismos a la hora de abordar los problemas de la ciudadanía, por lo que da la impresión de que éstos vivan en una burbuja elitista en la que lo único que cuenta es la lucha por el poder, sus intereses particulares y poca cosa más.

Se dice que si la clase política es tan de escasa calidad es porque es un reflejo de la sociedad que es tan decadente como ella ya que nuestros líderes no han venido de otro planeta sino que forman parte de la misma y algo de verdad hay en esta apreciación. Creo que se ha caído en un sensiblero infantilismo social que nada tiene que ver con lo que es la Democracia ya que ésta que fue creada en la antigua Grecia por el gobernante Pericles, y que a su vez estaba alentada por la Filosofía que nació en el siglo Vll A.C  en las colonias griegas de Asia Menor que fueron sin duda una apuesta por la Razón que en la práctica se cristalizó en la Ágora que era un término por el que se designaba a las plazas de las ciudades-estado de aquel tiempo donde se solían debatir los asuntos que afectaban a la comunidad. Era asimismo un espacio abierto en el que se centraba el comercio, la cultura y la política. En suma la vida social de los griegos.

Siglos más tarde la idea de la Democracia volvió a florecer con la Ilustración que igualmente se apoyaba en la victoria de la Filosofía y  por tanto de la Razón que se erigió por encima del fanatismo de cualquier pelaje. Mucha gente cree que el filosofar consiste en echar un largo y enrevesado discurso de un modo general sobre un tema, pero lo cierto es que se trata de un ejercicio reflexivo que se basa en la pregunta "¿Por qué?" o "¿Cuál es la causa de tal problema?" Y a partir de ahí se elabora una teoría razonada sobre el asunto en cuestión. Es verdad que hay pensadores crípticos de dificil comprensión, pero también hay otros que nos ayudan a vivir como son los estóicos. En cualquier caso si queremos ser democráticos debemos de impregnar nuestra mente de racionalidad.

Mas fatalmente esto no ocurre hoy en día en que se enaltece a la emotividad que se confunde con la idea, o con el pensamiento sobre todo en la calle virtual llamada Redes Sociales y con el falso lenguaje eufemístico que no significa nada, a costa de la racionalidad en sí y que es fruto de esta inmadurez social que padecemos, que por cierto hace ya bastante tiempo que los psicólogos nos están adviertendo que estamos situados en esta simplona ola anímica. Se confunde a la gimnasia con la magnésia en favor más de una gran cantidad de gente insusbtancial que de quienes nos pueden enriquecer a un nivel personal. Pues la cantidad nunca es sinónimo de verdad.

¿ Hasta cuándo tenemos que seguir agarrados como a un clavo ardiendo en nuestra emotividad romantica para evadirnos de una realidad que no nos gusta nada, cuando ésta está muy lejos de ser un "Jardin del Edén" porque si bien por un lado hacemos poemas sobre el amor, por el otro lado podemos ser terriblemente homófogos, egoistas y fanáticos? Se habla de diálogo político, pero con un colectivo fanatico  no se puede llegar a ningún tipo de acuerdo porque él vive obsesionado por su idea dogmática sea religiosa o política. Es decir que en la emotividad subyacen siempre los peores prejuicios que son los que prevalecen en la mayoría de la gente y  que son capaces de aplastar la genuina manera de ser de los demás. La "Gran Causa" sea de un color o de otro siempre tiene que estar por encima de la persona y ésta se tiene que adaptar a ella por cruel y estúpida que sea si no quiere verse sancionada ignorada o eliminada. Y esto se ha visto en la Educación así como en muchos otros centros oficiales. Cada vez que la Humanidad se ha dejado llevar por esta santificada emotividad y ha aborrecido al intelectual libre que es lo mismo que decir a la Razón ha sido un desastre; pues la Historia ha demostrado que cada vez que el ser  humano se ha emocionado, se ha dejado influir por los dogmas ideológicos se han producido guerras y genocidios en nombre de una etérea Causa emanada de la sagrada emotividad.

Creo sinceramente que hay que recuperar el espíritu de la clásica Ágora, pero en el seno de los mismos hogares que es donde recibimos la auténtica educación. Si queremos mantener los principios Democráticos, por encima de todo tenemos que habituarnos a no dejarnos llevar por las pasiones y atender a la razón siendo lo más objetivos posible para poder discutir cualquier tema que se presente. En nuestra familia hay miembros con distintas maneras de ser. Puede suceder que algunos de ellos nos sean antipáticos y desagradables porque no coinciden con nuestros puntos de vista. Sin embargo ante un problema determinado pueden tener razón por lo que se refiere al modo que tengan ellos de abordarlo y de buscar una solución al mismo. Para que esto sea así hay que dejar de ser relativista como se es hoy en día y no repetir el estúpido tópico de que todo es una opinión fuera de la realidad del que habla porque hay hechos de un asunto que son evidentes y hay que saberlos ver. Y sobre todo hay que dejarse de mirar el ombligo y dedicarnos a escuchar al sujeto que no es como nosotros; que esto significa  preguntar a nuesro interlocutor sobre lo dicho  y que nos de argumentos de su parecer; a la vez que nosotros hacemos otro tanto. Y para ello hay que centrarse en unos mínimos humanos racionales al margen de cualquier dogma o prejuicio que podamos tener en aras del interés común. Pues en la actualidad se habla mucho, se pontifica mucho, pero se dialoga muy poco o nada.

La Democracia no es sólo ir a votar cuando toque; pues esto no es más que puro formulismo. El sistema democrático es algo más serio que se basa en unos principios de convivencia amparados por una Contitución que para que ésta sea efectiva  se tienen que vivir y  sobre todo aprender a ver con claridad para poderlos asumir.  De lo contrario caminamos hacia las dictaduras populistas que imponen a los demás el pensamiento único sean de derechas o de izquierdas.

 


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