La pintora y el torero

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Elena, una mujer madura en la cuarentena, alta, de melena rubia, cuerpo estilizado, es pintora de cierto prestigio local y exponía sus cuadros en un salón de un hotel céntrico de la ciudad bajo el título "Admiración por los toreros". Dos hijos de una amiga le ayudaron a montar la exposición, cuarenta cuadros en los que los toreros, el toro y la fiesta nacional eran los protagonistas. A la inauguración acudió, sin que se anunciara previamente, un famoso torero con su novia y unos amigos aficionados. En el momento en que entró en el salón, Elena, que conversaba con su marido Antonio y unos amigos, se dirigió a él para agradecerle su visita. El torero le pidió que le acompañase durante la visita y le hablase de sus cuadros. La novia y sus amigos dejaron solos a la pintora y al torero. Durante la visita no dejaron de conversar. El marido de Elena y la novia del torero los observaron a distancia, interesados en lo bien que parecían haber conectado. Al final del recorrido, al cabo de una media hora, el torero le preguntó a la pintora si podía visitar su estudio porque quería comprarle unos cuadros para la finca que se había comprado. La pintora le dio la dirección y quedaron para la mañana siguiente a mediodía. Cuando el torero y su corte se fueron, Antonio le preguntó a su mujer por el torero. 

- Es guapo y le gusta mi pintura. Creo que también le gusto yo, aunque por edad podría ser mi hijo.

- Mejor entonces, ¿no?

Elena asintió sin decir palabra.

El torero fue puntual. Llamó al timbre del local a las doce en punto de la mañana siguiente. Elena le esperaba vestida únicamente con una bata corta, escotada, manchada de pintura de distintos colores.

El torero iba solo. El local era un amplio almacén en donde había mesas, botes de pintura, cuadros terminados y empezados, dibujos, esbozos, armarios, carros, caballetes.

- He venido antes para pintar -explicó ella.

Elena le mostró sus cuadros y dibujos hasta que, un poco cansado, el torero se sentó en un taburete.

- Me gustaría hacerte un dibujo desnudo -le propuso ella. 

- De acuerdo, si tú me pintas desnuda -respondió él.

Elena se desabrochó la bata y la dejó caer, quedando desnuda.

El torero vio que había una cama en un rincón del almacén.

- Me gustaría follarte -dijo él.

- Soy pasiva, me gusta que me aten y permanecer quieta mientras me hacen lo que quieren. Pero la condición es que mi marido esté presente. Es impotente y mirón. No toma pastillas para follar porque padece del corazón, pero disfruta viendo cómo me folla otro hombre. ¿Aceptas las condiciones?

- Por mi parte no hay problema.

- ¿Se lo contarás a tu novia?

- No, es muy celosa.

-Lástima, podríamos hacer un trío, quiero algún día chupar un coño.

- Pues no será el de mi novia. A ella sólo le gusta que la folle yo por el culo. 

Elena recogió la bata del suelo y se la puso sin abrocharla.

- Follaremos en campo neutro, en un hotel de cinco estrellas -dijo ella.

- Me parece muy buena idea. Pero vine aquí con la intención de comprarte obra, me gusta tu estilo.

- Elige los cuadros que quieras.

- Te compro toda la obra que tengas.

Elena lo miró sorprendida.

El torero sacó de un bolsillo de la chaqueta un talonario y un bolígrafo.

- Dime una cantidad -le propuso.

- Tengo que consultarlo con Antonio. Es mucho dinero.

- De acuerdo, me lo decís el día del hotel. 

Elena le entregó una tarjeta y el torero otra, quedando en llamarse.

Una semana después, el torero, la pintora y su marido acudieron al hotel de cinco estrellas sito en el centro de la ciudad.

El matrimonio llegó primero y cuando entró el torero en la habitación se encontró con Elena acostada boca abajo, desnuda y atada con pañuelos de seda por las muñecas al cabecero de la cama. Su marido, sentado junto a ella, le acariciaba espalda y nalgas, excitándola, preparándola para el encuentro sexual. Le propinó un par de azotes en las nalgas con la palma de a mano.

- Sin bonitas palabras ni caricias, en silencio, fóllesela -le dijo Antonio al torero.

Elena separó las piernas, tenía puesta una almohada debajo del vientre y las nalgas alzadas.

El torero se desnudó ante la atenta mirada del marido. Testículos grandes y un pene largo y grueso que desaparecieron de la vista al acostarse sobre la mujer.  Al contacto de los abultados genitales del torero con sus nalgas, Elena se estremeció.  "Méteme todo hasta el fondo", pronunció en voz baja. La penetró con brusquedad y se movió con creciente energía dentro de ella ante la mirada atenta del marido, puesto de pie junto a la cama para no estorbar la coyunda sexual. Elena no gemía, pero parecía disfrutar moviendo las caderas al ritmo que imprimía el torero poseyéndola. 

Después de eyacular abundante y una vez calmado, el torero se levantó y fue al baño.  Cuando salió, Elena estaba sentada en un sillón vestida con una larga bata de seda y su marido detrás del ella acariciándole el cabello. 

-Tenemos un negocio pendiente -les dijo el torero mientras se vestía.

Antonio le entregó un papel doblado por la mitad. El torero lo desplegó y leyó una cantidad. Cogió de su chaqueta el talonario y un bolígrafo, se sentó a la mesa de la habitación, rellenó el cheque, lo firmó y se lo entregó a Antonio.

- Ha sido un placer inolvidable. Elena folla mejor que mi novia, se nota que tiene una gran experiencia- dijo el torero antes de irse.


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