En algún rincón de la memoria

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Camino por mi mente, busco un recuerdo que me haga volver a sentirte, que me haga volver a vivirte.

Camino por un pasillo largo y oscuro, iluminado por una luz al fondo que me atrae. Está lleno de puertas a los lados, no sé cómo voy a poder encontrarte aquí, me siento perdido.

Abro una puerta, la habitación está llena de luz, llena de colores vivos, voces familiares que se divierten, niños que juegan y ríen. Veo la casa de mi abuela, donde pasaba los veranos de mi infancia junto a mis primos y amigos. Una sensación de felicidad y nostalgia me invade, vuelvo a sentir la fantasía de mis veranos en Andalucía, pero aún tengo la necesidad de seguir buscando, así que cierro la puerta y prosigo mi camino.

Me encuentro un desvío, el fondo de este pasillo contiguo es oscuro pero me armo de valor y empiezo a caminar por él apoyando las manos en las paredes. Empiezo a percibir una voz femenina que susurra mi nombre, el sonido se asemeja al de una serpiente pero su tono me resulta familiar. Intuyo peligro, tristeza y desasosiego, sensaciones conocidas que tuve después de despedirte la última vez. Sin embargo, las mismas también las he sentido en muchas otras ocasiones, el peligro se transforma en terror cuando compruebo que estoy completamente a oscuras. Ahora el susurro se ha transformado en lamentos y llantos, parece que hay alguien riñendo, me desoriento y empiezo a correr hasta que caigo por un precipicio. Mientras caigo veo imágenes de mí en actos vergonzosos, un mal presagio me invade y el malestar recorre todas mis venas. En las imágenes me veo cometiendo actos atroces, no puedo creer que en alguna época de mi vida yo pude llegar a cometer semejantes aberraciones. Empiezo a llorar por lo que estoy viendo, no paro de caer y a medida que estoy más profundo las imágenes me generan más repulsión e intento auto-convencerme de que no soy yo el que aparece en ellas.

Súbitamente caigo, de pie, es extraño porque no siento ningún dolor físico a pesar de la altura desde la que he caído, pero todas las imágenes que he visto durante mi caída me afligen el corazón, me hacen avergonzarme, me llenan de arrepentimiento y hunden mi moral. Aunque en el fondo me alegro de no haberte encontrado en un lugar tan espantoso.

Me seco las lágrimas y miro alrededor, me sorprende que vuelvo a estar en el mismo sitio dónde tomé el desvío pero la luz está mucho más cerca, empiezo a tener la intuición de que el tiempo para encontrarte se me acaba.

Veo otra puerta, tiene un ojo de buey por el que puedo mirar el interior de la habitación. Me asomo para ver si estás dentro. La imagen me deja una sensación agridulce. La habitación está ocupada por mis seres queridos que ya no estaban con nosotros. No se percatan de mi presencia en la puerta, ellos están charlando y riendo, parecen ser felices. Tengo la sensación de que pronto podré estar con ellos, verles y hablar tranquilamente, antes necesito encontrarte, así que prosigo mi búsqueda.

No encontrarte me provoca nauseas, mareos, me siento incompleto, empiezo a comprender que cabe la posibilidad de que nunca más te vuelva a ver y que deje este mundo siendo un ser medio vacío, me falta tu mitad, si no te encuentro me esperará el infierno.

Decaído y desesperado continuo mi camino hacia la luz. Empiezo a caminar lento, necesito encontrarte, no me puedo ir sin volver a oír tu sonrisa, sin volver a ver tus ojos, sentir tus manos acariciándome, sin que mis labios vuelvan a rozar tu piel.

Clavo mi mirada en el suelo por la tristeza, la luz está tan cerca que me deslumbra. Mientras camino me percato que sale arena por la ranura inferior de una de las puertas. Decido pararme por última vez para comprobar si te encuentras tras esa puerta, no creo que tenga otra oportunidad para buscarte.

Abro la puerta, ante mi hay una larga playa de arena blanca. Vislumbro en la orilla la figura de una mujer sentada en la arena mirando el horizonte. Reconozco tu silueta, voy corriendo a dónde estás y mi corazón se para al ver tu sonrisa de nuevo. No dices una palabra y me das un beso en la mejilla, empiezo a llorar debido a la emoción que me genera sentir tu piel de nuevo. Me señalas un faro que se encuentra en medio de una isla, este se enciende he ilumina la falda de una montaña pegada a la costa. Como si de un cine se tratase, el faro comienza a emitir imágenes de nosotros haciendo el amor, paseando de la mano y en un sinfín de momentos que mi mente había guardado en el olvido. Pongo mi cabeza en tu regazo y me empiezas a acariciar. La angustia que sentía se desvanece, la tranquilidad me invade y siento que ya estoy en mi cielo, cansado de las emociones y la búsqueda, cierro los ojos con la esperanza de no tener que abrirlos nunca más, quiero dormir la eternidad bajo tu tierna mirada…


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