El viejo verde

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José Antonio enviudó a los75 años. Al poco tiempo alquilaron unos militares la casa de enfrente. La ventana de la cocina de la vivienda de ellos estaba situada enfrente de la ventana de su cuarto de baño.

Un día, mientras se secaba después de una ducha junto a la ventana abierta, desnudo, descubrió que una mujer de la casa de los militares le observaba. No se sintió molesto, al contrario, su miembro varonil, tras años de decadencia, se elevó y ensanchó a niveles considerables. La mujer, al ser descubierta, se apartó de la ventana.

Desde aquel día, el anciano viudo vigilaba la ventana de la casa de los militares, en donde algunas veces se asomaba algún soldado masculino y otras un soldado femenino. Cuando una o dos mujeres se asomaban, se precipitaba al cuarto de baño, se desnudaba y realizaba unos ejercicios de gimnasia. Las mujeres le miraban y él exhibía su pene enhiesto hasta que ellas se retiraban.

Un día, se asomaron cinco mujeres vestidas de militar con la intención de amedrentarlo, pero el viejo no se amilanó.  Desnudo, dio saltos junto a la ventana abierta para que ellas pudieran contemplarlo en su totalidad. Oyó sus risas y sus aplausos, lo que le echó atrás. Cerró la ventana y se preguntó de qué se habrían reído, llegando a la conclusión de que se rieron de su cuerpo y de sus piruetas de viejo verde.

Desde entonces, antes de salir de casa se aseguraba de que no se cruzaba con algunas militares en la calle. Un día no lo pudo evitar y pasó junto a dos de ellas con la cabeza baja esperando que no lo reconocieran, como así fue. Le conocían más por su cuerpo avejentado que por su cara.

Gracias a ellas había recordado que le gustaba exhibirse desnudo. En su dormitorio se desnudaba y cambiaba de ropa junto a la ventana, que daba a un patio interior. Pensó que si algún vecino se lo reprochaba, diría que estando en su casa era natural ir desnudo en ocasiones.

Recordó que una vez, en Madrid, a donde fue con su mujer un fin de semana, hicieron el amor en la habitación del hotel frente a un edificio de vecinos y descubrieron en plena faena que una pareja de hombre y mujer les observaban desde una de las ventanas, lo que supuso un gran aliciente para prolongar el momento de sexo.

Otra vez fueron a una playa nudista en la costa mediterránea y su mujer, boca abajo, disfrutó sabiendo que un viejo la observaba desde cerca. Su marido, entonces joven, le dijo que se abriera de piernas para que pudiera contemplar mejor su intimidad. Ella así lo hizo. Desde entonces no había experimentado el placer de la exhibición.


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