Todo empezó cuando me llamó mi cuñada Sonia para invitarme a una sesión de tapersex en casa de una amiga suya. Le dije que no me apetecía porque a mí esas cosas no me llamaban la atención. Bueno, le dije que no, en parte porque me daba corte y más con la mujer de mi hermano. Me insistió porque se había comprometido a llevar a una persona con ella y no tenía a nadie a quien invitar. Resumiendo, me sentí obligada.
El día del evento me recogió en casa a las seis de la tarde y fuimos juntas a casa de su amiga. En total éramos nueve invitadas y la vendedora, una mujer de unos cincuenta años, muy morena y evidentemente operada del pecho dado el tamaño y lo erguidos que los tenía. Además, demasiado redondos para ser naturales.
Nos presentamos todas y empezó a sacar los materiales didácticos de una maleta. La verdad no me hacía demasiada gracia ver todo aquello delante de otras mujeres y sobre todo, como ya he dicho, en presencia de mi cuñada, pero allí estaba y había que aguantar el tirón.
Empezó por sacar pequeños vibradores que cabían en la palma de la mano. Comentó que eran muy útiles para llevar en el bolso y tenerlos disponibles en cualquier sitio. Nos los fue pasando para que los tocáramos y experimentáramos las distintas frecuencias de vibración y la textura. Añadió que podíamos pasárnoslos por los pechos o por el pubis si queríamos. Alguna lo hizo por los pechos y nadie se atrevió a hacerlo en el sexo. La vendedora los llamó “los moraditos” por el color.
Después sacó vibradores más grandes, desde el tamaño real de un pene cualquiera a otros de tañamos descomunales. Yo solo de pensar en meterme aquello entre las piernas y que empezara a girar dentro, ya me dolía. Me extrañó que algunas mujeres se interesaran especialmente por los más grandes y la mecánica de los aparatos.
Pasó a unas bolas de latex con vibración y mando a distancia. Dijo que eran muy divertidas para llevarlas puestas, por ejemplo, a una cena con amigos y que tu pareja activara delante de los comensales. Aquí sí que hubo risas, aunque yo no le veía la gracia. Desprecintó una para pudiéramos observar el tacto y la verdad es que era muy suave.
Preguntó si alguna quería colocárselas en el baño y las demás podían activar el control remoto cuando volviera. Una señora de más de cuarenta se ofreció a ser víctima de la propuesta y la vendedora las ofreció junto con un tubo abierto de lubricante y un preservativo para las metiera dentro antes de insertárselas. No tardó ni dos minutos en volver del baño.
La presentadora fue la primera en activar el mando a distancia a baja potencia, ante la mirada expectante de todas. Poco a poco empezó a mover las caderas y a cerrar los ojos, muestra de que le juguete estaba haciendo su trabajo. Una de las asistentes, amiga de la se había prestado como conejito de indias, preguntó si podía probar el potenciómetro y se lo dio. Lo subió a tope de golpe y la otra dio un salto retorciéndose en el asiento. Lo desconecto del todo y se quedó mirándonos un poco cohibida. Volvió a ponerlo en marcha y esta vez fue girando el potenciómetro poco a poco y era evidente que la amiga se excitaba de verdad.
La vendedora dijo que se podía combinar con un “moradito” sobre los pechos por ejemplo y cogiendo uno le pidió permiso para aplicárselo. La voluntaria no se lo pensó y dijo que adelante. Al sentir la vibración en un pecho empezó a acariciarse el otro ella misma con muestras evidentes de que quería, o necesita llegar al orgasmo. Cuando la amiga aumentó la vibración del mando a distancia, se corrió delante de todas.
La escena causo un revuelo entre las asistentes y más de una quería probar el aparato. La vendedora como si ya lo tuviera previsto, sacó una bolsa con varios ya usados y nos dijo que cogiéramos si queríamos. Me quedé atónita cuando cuatro mujeres se lanzaron a por ellos, incluida m cuñada. Ninguna hizo uso de baño ni del lubricante, ya no era necesario, y después de introducirlos en profilácticos, allí mismo se los insertaron. Dos llevaban falda y se la subieron, las otras dos con pantalones se los quitaron directamente, quedándose en bragas.
Cada una eligió a quien le daba el mando a distancia. Como me esperaba, mi cuñada me lo dio a mí y yo un poco resentida con ella por verme en aquella situación decidí vengarme. Se fue excitando a medida que aumentaba la potencia. Llegó a un punto que se levantó la falda por encima de la cintura y se metió la mano dentro de las bragas para masturbarse. La situación empezaba a superarme, aunque también me estaba calentando.
Miré a las demás y me encontré a dos con los pechos al aire mientras otras se los tocaban y los chupaban. Mi cuñada requirió que alguien la tocará a ella también y fue la vendedora la que acudió en su auxilio. Le abrió la camisa y le subió el sujetador al cuello, los pezones ya de punta fueron tratados convenientemente hasta que se corrió. Me miró cohibida y yo condescendiente con la situación, alcé los hombros indicando que no pasaba nada para tranquilizarla.
La sesión se convirtió casi en una orgía entre mujeres. Una se follaba a otra con un dildo sujeto a la cintura por unas correas, mientras le comía los pechos a otra. Otras dos se masturbaban mutuamente con los “moraditos” y estaban próximas al orgasmo. La vendedora le chupaba el culo a una mientras la penetraba por delante con un vibrador que giraba. Yo era la única que guardaba las formas hasta que…
Me tumbaron entre todas sobre la mesa donde estaban los juguetes. Me resistí un poco al principio, aunque enseguida me dejé hacer, si no puedes vencer al enemigo, únete. Me pusieron una camisa sobre la cabeza para negarme la visión y sentí algo suave, seguramente algún juguete, jugando entre la raja y el clítoris mientras dos vibradores eran aplicados en sendos pechos presionando los pezones. Sentí que lo que me acariciaba el sexo se deslizaba hacia dentro presionando las paredes de la vagina.
Por si fuera poco, algo húmedo empezó a pasar por mi entrada trasera y por como se movía pensé que podía ser una lengua. Solo pensarlo fue el detonante para que mi cuerpo actuara por si solo sin control. Empecé a correrme y tuve el mejor orgasmo que recuerdo, no fue con el primero, fue con el tercero. Cuando me quité la camisa que me cubría la cara e intenté levantarme estaba mareada. Me compré dos “moraditos” y una bola con mando a distancia para mis juegos solitarios y mi cuñada un buen surtido penes grandes.
Al salir, ya a solas las dos, me dijo que mi hermano se iba a poner muy contento con sus compras, sobre todo cuando se la chupara metiéndole uno de los dildos por el culo. Nos reímos las dos y me dio un beso en los labios sellando nuestra discreción ante la familia.
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