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Hay que fluir como el agua para adaptarse, ser flexible, y así poder vivir en contraste con el devenir de los acontecimientos.
Es sobreponerse a las circunstancias para moldearte y desarrollarte en todo tu esplendor.
El agua es fuerte cuando el aire sopla, tranquila cuando deja de hacerlo. Se adapta a cualquier camino o "poso" cogiendo su forma sin dejar de ser ella.
El agua nos enseña a salir del ego, y a pensar que las circunstancias no son negativas, sino que forman parte de nuestro desarrollo, y que hay que verlas como una fusión con nuestro "yo".
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