Capítulo 18. La Gran Pesadilla, Parte 2.
Ante la presencia de seres vivos, los demonios comenzaron a entusiasmarse por el espectáculo que vendría a continuación. Con tantas ofrendas disponibles, podrían satisfacer el apetito de la gran mayoría de los presentes. El señor vampiro en el escenario aclaró su garganta antes de hablar con respeto hacia su líder que le miraba desde lo alto del trono flotante.
“Este es el primer lote, compuestos de niño enanos de las granjas locales. Para el segundo grupo tendremos humanos adolescentes y en el tercero, como guinda de la torta, unas preciosas hadas bebés.”
“UOOHHHH” Una exclamación de asombro y alegría vino de todo el público presente. Ni siquiera los tres generales podían aguantar más su entusiasmo y comenzaron a gritar con júbilo junto a los demás.
“Me complace. Este año, usaremos semillas demoniacas alteradas, las diseñé especialmente para asegurar que nadie intentara sabotear el resultado. Tómalas.” La líder demoniaca le entregó un pequeño cofre al vampiro y barrió con la mirada a los generales de la Gran Pesadilla presentes, advirtiéndoles para que no intentaran nada divertido esta vez.
“Nada nos alegra más su Excelencia, por favor, déjeme mostrarle esta vez, tenemos dos sabores diferentes entre los enanos.” El vampiro comenzó a explicar las diferencias entre los niños con bolsas en sus cabezas y los que no la tenían. “… por lo que podremos quizás ver variaciones demoniacas especiales esta noche, su Majestad.”
Sin demorar más el asunto, tomó a uno de los niños criados como ganado y lo puso al medio del escenario, las luces se atenuaron en todo el teatro y un solo foco resplandecía sobre el niño enano convirtiéndose en el centro de la atención. Con gestos refinados, el vampiro abrió un pequeño cofre en sus manos y retiró un cristal negro con patrones complejos tallados en su superficie. Luego lo acercó al cuerpo del enano y este lo absorbió rápidamente, diluyéndose entre sus venas y llenando todo su ser.
Los ojos del niño brillaron negros por un momento antes de volver a la normalidad. Su cuerpo había asimilado una semilla demoniaca alteradas, por lo que ahora nadie podía saber en qué tipo de criatura se convertiría. Como si de un deporte se tratara, cada grupo demoniaco tenia sus esperanzas en ganar más nuevos compañeros en comparación a los demás, era una competencia macabra donde se disputaban hasta los últimos huesos presentes.
Esperaron unos segundos en silencio total, pero nada sucedió nuevamente.
“Una lástima, al parecer su cuerpo era altamente compatible con la semilla, por lo que no se desencadenará por sí mismo. ¿Le importa hacer los honores, oh Gran Líder?”
Como si fuera lo más normal del mundo, apuntó un dedo desde su trono hacia el enano y una luz violeta se materializó como una aguja que penetró desde la nuca del enano y salió por ambos ojos, apagando al instante todo rastro de vida. Al instante siguiente, su cuerpo cayó sin fuerzas al suelo y se formó un charco negro de sangre.
Contra lo que dicta la naturaleza normalmente, el cadáver destruido comenzó a moverse nuevamente, retorciendo cada una de sus extremidades y desgarrando su carne en múltiples sitios. La sangre derramada comenzó a fluir hacia un mismo punto, generando una esfera roja que duró unos momentos antes de dar forma a un pequeño ser traslúcido con dos ojos brillantes y llenos de malicia.
Al mismo tiempo, el resto del niño que quedaba en el suelo no dejó de retorcerse hasta finalmente colapsar y generar una explosión de carne que se lanzó en todas las direcciones. Esto causó una ola de conmoción en todo el teatro, donde cada demonio luchó contra los demás para agarrar un trozo de cuerpo y quedárselo como premio o comerlo como bocadillo directamente.
“Me lo esperaba, otro fracaso.” Sobre su trono, la líder lanzó un suspiro. Tenía alma de científica y tenía altas expectativas sobre los resultados de la demonificación. Si bien el resultado estaba entre sus cálculos, tenía la esperanza de generar múltiples demonios a partir de un solo cadáver. Aún no lograba la fórmula perfecta para que funcionara cada vez. Al ver la pequeña alimaña sangrienta mirando con curiosidad su entorno, le hizo una señal a Rekoyla, general de los títeres, y este le entendió de inmediato, lanzando un objeto similar a un peluche de osito al escenario.
Cuando el demonio de sangre vio que algo cayó cerca de él, lo examinó con curiosidad y lo tocó en detalle antes de lanzarse de cabeza sobre él y penetrar hasta la última pelusa de algodón que le rellenaba, completando una posesión demoniaca perfecta. Tras un momento de adaptación, el osito se puso de pie, miró hacia el público, notó las llamadas amistosas de los otros títeres sobre él, gritó y corrió a su encuentro, lanzándose del escenario como una estrella de rock sobre sus fanáticos.
Una vez pasó la excitación por el primer demonificado, un segundo niño quedó bajo el único foco encendido del teatro. Esta vez era un esclavo encapuchado, por lo que, antes de insertarle la semilla demoniaca alterada, reveló su rostro ante todos y vio su mirada de confusión y espanto. De un momento a otro, se vio rodeado de cientos de fantasmas, decenas de zombis, títeres demoniacos y otras criaturas sacadas de sus peores pesadillas.
“¡NOOOO! ¡POR FAVOR NO LO HAGAN!”
Con un grito agónico, la mujer enana que acompañaba a los niños salió de un costado del escenario, y se abalanzó con sus brazos para resguardarlo como un escudo de carne. Su llanto se entremezclaba con lamentos, abrazaba al niño y le pedía perdón continuamente mientras lo llenaba de besos, no solo por ser uno de los suyos, sino porque lo reconoció como su hermano menor. El pequeño se aferró con fuerza a ella y cerró los ojos esperando que todo acabara rápido.
“¿Mmm? ¿Qué hace una mujer enana aquí?” La líder demoniaca miró hacia el vampiro para tener una explicación. Al ver una mirada de culpa en sus ojos, entendió que era un nuevo juguete para sus pasatiempos personales. No quiso ser demasiado ruda con un buen lacayo, por lo que miró la escena que sucedía con un toque de diversión.
“¿Cuál es tu relación con ese niño, esclava?”
Inmunda Seis volvió en sí cuando escuchó una voz poderosa que le hablaba desde lo alto. Giró su cabeza con miedo y sus ojos se fijaron en la figura macabra que lideraba a los seres más despiadados del mundo.
“Tú… tú… tú eres…”
“Así es, soy la Líd…”
“¡Eres mujer! ¡Gracias a los dioses! ¡Tú sí me vas a entender! Te lo ruego por favor, salva a mi hermano, no permitas que estos demonios le quiten su preciada vida. Entre nosotras nos entendemos, es parte de un instinto compartido ¿Verdad? ¡ÚSAME A MÍ EN SU LUGAR!” Como una luz de esperanza, la enana se aferró con todas sus fuerzas y sus súplicas parecían no tener fin.
La líder desde su trono parecía haber quedado perpleja, tras varios segundos escuchando las súplicas sin sentido, un dolor de cabeza comenzó a molestarle en demasía. De todas las cosas graciosas que pueden decir las personas antes de morir, esta era la que menos risa le causaba.
“¿Mujer? ¿Dónde ves una mujer? ¿Instinto? Si te refieres al instinto materno… pues déjame decirte… ¡NO SOY UNA VACA COMO TÚ!” Su voz distorsionada fue como un ataque psicológico para todos los presentes, como si mil uñas rasparan un gran pizarrón a la vez.
Con su estado de ánimo ya arruinado, le dio una orden mental al vampiro, sacándolo de su estupor por el ataque psicológico. “Conviértela.” Fue la instrucción, sin dar cabida a ningún tipo de réplica ni conversación. Así, sin tener una mínima demora en sus movimientos, se acercó a la enana y puso un cristal demoniaco en su frente, fundiéndose rápidamente en su cuerpo.
“Ya que quieres su lugar, no me negaré a nuevos sacrificios para nuestra gente. En cuanto a tu hermano… estará a salvo… por ahora.” Siguiendo las instrucciones mentales, el vampiro se acercó a la enana y le quitó al hermano de los brazos, lanzándole una última mirada extraña, con significados profundos que solo él podía entender.
Al ver que quedaba sola en el escenario, Inmunda Seis dedicó sus últimos momentos para ver la espalda de su hermano. Una súplica quedó en su corazón, deseando que realmente evite la muerte y pueda crecer como una persona normal en el campo de esclavos.
“¿Qué te pasa? ¿Ya no quieres caminar?”
De súbito, el niño enano se detuvo a poco andar y una energía muy extraña comenzó a emanar de él. Parpadeó un par de veces y revisó sus manos mientras las abría y las cerraba. Luego, lentamente levantó la mirada hacia la líder demoniaca que lo observaba desde su trono de huesos.
“Leyna Thearne, veo que estás más bronceada.”
“Tú…”
La temperatura del teatro bajó varios grados en un instante. Muy pocos de los presentes sabían que ese era uno de los nombres por los que alguna vez fue conocida la máxima autoridad demoniaca, lo que les dio a entender que en ese momento estaban en presencia de alguien peligroso.
Antes que los Generales Demoniacos hicieran algún movimiento, su líder los detuvo con un movimiento de mano, señalando que esto era algo que no les involucraba en lo absoluto. Los títeres aprovecharon el drama de la situación y manipularon los focos para que iluminaran solo al niño enano y a la líder sobre su trono.
“No eres bienvenido en mi presencia, vete inmediatamente.” Ordenó con frialdad y parte de su energía comenzó a reunirse a su alrededor, amenazando con atacar en cualquier momento.
“Ay querida, siempre tan fría cada vez que nos vemos. No te acuerdas que te conocí cuando eras recién un bebé y te cag…”
“¡SILENCIO!”
Con un golpe seco de energía atacó al extraño huésped que se había apoderado del cuerpo del niño, dejándolo de rodillas y con el rostro pegado al suelo. Los demás demonios comenzaron a reunir su propio poder como autodefensa por los daños colaterales que podría traer el descontrol de su líder.
“¿Sabes que esto no me duele ni un poquito? ¿O tal vez este cuerpo era de un ser querido tuyo? ¡JAJAJA! ¡Que desafortunado infeliz! ¡Y pensar que moriría poseído por un dios!”
“Habla rápido, di tu motivo para molestarme. ¡Luego no te quiero volver a ver por otros mil años más! No pruebes mi paciencia o si no…” Una mirada amenazante hizo cambiar la actitud burlesca que tenía el extraño ser.
“No tienes que ir tan lejos. Solo soy un mensajero esta vez.” Como si ya no le causara gracia la situación, se puso de pie y se limpió la sangre que comenzaba a fluir desde sus orificios. Puso una mirada seria y enfatizó cada una de sus siguientes palabras. “El bosque está perdiendo su protección. Debes pagar tu parte del trato.”
Tras decirlo, sonrió en silencio mientras la sangre fluía con cada vez más fuerza desde sus ojos, su nariz, su boca y sus oídos. La cantidad de energía que tenía un ser divino era demasiada para que un mortal normal pueda soportar la carga de ser poseído y el cuerpo ya estaba al límite del colapso.
La hostilidad que todos tenían hace un momento atrás, desapareció repentinamente. Esas pocas palabras movieron las fibras más sensibles en sus corazones horripilantes. Si no habían escuchado mal, el bosque donde habitan elfos y otras formas de vida, ya no sería más una frontera impenetrable para la Gran Pesadilla.
“Ya veo. Te enterarás cuando esté todo hecho. Ahora vete.” Ajena al impacto emocional que tenían todos en ese momento, la líder demoniaca mostraba un semblante tranquilo, como si le hubieran dicho que mañana lloverá o hará nieve. Nadie podía penetrar sobre su mirada ni imaginar los pensamientos que estaban naciendo en ese momento dentro de ella.
“Recuerda mantenerte bella, corazón.” Le dijo una última vez el ser divino dentro del niño enano. Tan pronto como se despidió, el cuerpo perdió la tensión en sus músculos y se precipitó sin vida sobre su propio charco de sangre. La energía divina también se fue con el y el ambiente del teatro volvió a su estado anterior.
Sin nadie prestarle atención, Inmunda Seis se acercó al cadáver de su hermano y se arrodilló sin fuerzas a su lado limpiándole la cara con sus manos. A diferencia del niño anterior, esta vez no hubo ninguna conversión demoniaca, la semilla nunca le fue implantada por lo que tuvo la muerte más piadosa que podría haber tenido.
“¿Entiendes lo que acaba de pasar? Tu hermano no se convertirá en parte de nuestras fuerzas, pero aprovecharemos su cuerpo de la mejor forma posible. Su piel será usada para nuevos títeres, mientras que su carne se procesará y se convertirá en materia prima para nuevas abominaciones zombis. Sus huesos podrán crear armas y su sangre será alimento de nuestros vampiros. Solo su alma no será retenida, por lo que no sufrirá. Sin embargo… no puedo decir lo mismo de ti.”
“¿Duele?” Fue lo único que preguntó la enana al sentir su muerte inminente.
“Tanto como el mismo infierno.” Sin decir más, una aguja de energía penetró su cabeza y su corazón a la vez, dándole una muerte al instante. “¿Mmm? ¿Tuvo éxito esta vez?” Sus ojos se abrieron con expectación al sentir una conversión demoniaca especial que estaba ocurriendo dentro del cuerpo de Inmunda Seis.
Ante la vista de todos, una figura fantasmagórica se despegó lentamente de su cadáver, dando un grito de angustia que agradó a todos los demonios presentes. Fütham, la líder de las tropas de espíritus, la atrajo con su poder hacia sí misma y la superpuso junto a los demás fantasmas que lloraban la llegada de una nueva compañera.
Al mismo tiempo, su sangre comenzó a reunirse en una esfera al igual que la primera conversión, pero esta vez el resultado fue totalmente diferente. Una figura pequeña pero bien definida apareció frente a todos. Su piel pálida y sus ojos rojos evidenciaban la transformación que tuvo. Este demonio algo confundido miró a su alrededor para encontrarse con la mirada del señor vampírico.
“Que coincidencia. Serás mi esbirro, te ordeno entrar en mi sombra.” Sin dudar de la instrucción que le acababan de dar, el nuevo demonio se fundió con las sombras del teatro y convergió hacia la espalda del vampiro, convirtiéndose en su nuevo lacayo.
“Ya veo, eso es todo lo que pude conseguir esta vez. De todas formas, no está mal, dos demonios por el precio de uno. Usen su piel para títeres, y el resto del cuerpo será exclusivo de Lamunku, asquerosa abominación, conviértelo en un zombi de bien. Disfruta de tu trozo de pastel.”
Una risa gutural salió de la boca del general demoniaco, estaba complacido por recibir un cuerpo entero esta vez, la falta de piel era algo sin importancia para él. Dio una instrucción simple y un grupo de no-muertos subió al escenario y retiró lo que quedaba de la esclava enana.
El humor había mejorado significativamente en el ambiente, ya no se respiraba hostilidad, solo compañerismo entre demonios que estaban en la cúspide de la cadena alimenticia. La noticia que el bosque de los elfos perdía su protección no pudo llegar en mejor momento, cada vez era más difícil encontrar poblaciones sobrevivientes para sacrificar y esclavizar. Ya no les interesaba pelearse por unas pocas decenas de huevos, ¡En el futuro cercano podrían comer elfos hasta saciarse!
Mientras el evento continuaba y las conversiones demoniacas se realizaban en masa, la líder se retiró del bullicio del teatro y se refugió en su espacio personal dentro del Altar Abisal. Lentamente se sacó la capucha y se miró fijamente al espejo. En su reflejo, podía verse una persona deteriorada, con profundas marcas en la piel violeta, unos dientes negros como la noche y unos ojos como dos profundos pozos de maldad. Se reconoció a si misma en el reflejo, pero ese día escuchó un nombre que había casi olvidado tras más de mil años.
“Leyna Thearne…”
Al instante, partículas mágicas brillaron en su piel borrando todos sus contornos. Cuando se acabó el efecto, una persona totalmente diferente la miraba al otro lado del espejo. De piel blanca como la porcelana, ojos verdes como hechos de jade y la sonrisa más encantadora que alguien podría ver jamás. El pelo dorado caía largo sobre sus hombros y dos orejas puntiagudas de elfo sobresalían al costado.
“Ha pasado demasiado tiempo, ya es hora de visitar a unos viejos amigos…”
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