Lluvia de invierno

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Algo en mí sabía que se avecinaba la lluvia,

las nubes se agrupaban y se oscurecían

formando remolinos en el cielo.

Atrajeron mi mirada, asomaron sin permiso 

grandes trozos de nostalgia.

Cerca de mí, diarios, hojas, volaban y

bailaban al son del viento que formaba aquel 

imponente y hermoso Vórtice.

 

Las calles se tornaban grises, 

cada vez transitaban menos vehículos.

Hay iba yo, en silencio, paranoico, 

caminando junto a aquella chica que sin haberme 

dado cuenta poseía mi corazón en sus manos.

 

A metros de su casa esperaba ansioso

que me regalara su sonrisa, que sus lindos ojos 

me mirarán con amor, que me abrazará el alma.

Pero cuando decidió voltearse hacia mí,

supe que algo andaba mal, algo en ella era diferente, 

sus ojos me miraban, pero no me veían,

su sonrisa ya no estaba para mí.

Hasta su aura había cambiado. 

Me miro y, como suele suceder todo lo inevitable, 

las nubes dieron paso a las primeras gotas de agua 

y ella a las primeras palabras de despedida,

las cuales obligaban a la lluvia mezclarse 

con mis lágrimas.

 

Yo sin poder hablar, inmóvil, tembloroso.

El tiempo se congelaba.

Solo pude notar lo tanto que la quería,

porque talvez, Algo dentro de mí sabía que sería

la última vez que la vería.

La última vez que sentiría su aroma, 

ese peculiar perfume que aunque lo lleven enzima 

otras chicas solo me puede hacer recordar a ella. 

Se despidió con las palabras más frías,

en una voz tan cálida. Me beso y se marchó.

Camine a casa empapado en tristeza, 

bajo nubes negras que no me pretendían

dejar en paz.

La lluvia continuo por semanas debido al invierno.

Pero aunque las estaciones cambien y 

sigan pasando a lo largo de los años.

Yo sigo habitando en la lluvia de su invierno,

viendo las calles grises. 

El bello remolino de atardecer, que emana de mi

los sentimientos de aquella vez.

Y así cómo llego a mí, se fue.

Como los sueños que suelo tener de madrugada, 

recordando en la mañana y olvidando por la tarde 

para volver a soñarla otra vez al anochecer.

 

Poesía sin marchitar.


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