La princesa novata
Por Pía Nalda
Enviado el 09/09/2021, clasificado en Adultos / eróticos
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En el primer día de la princesa de un país centroeuropeo imaginario en el colegio femenino de élite británico le dijo una compañera que dada su categoría la novatada se le haría de manera especial, no como a las demás. Una docena de chicas desfilaron en uno de los pabellones dormitorios en ropa interior mientras las alumnas veteranas les dirigían toda clase de insultos y les escupían. Después se tuvieron que duchar desnudas a la vista de todas y soportar las críticas por sus defectos físicos. Gorda, jorobada, enclenque, paticorta, culibajo, cegata, puta, hija de puta, fueron insultos que tuvieron que oír. La princesa asistió a estos actos con tristeza, temiendo lo que le aguardaba a ella.
Al día siguiente le dijo una compañera que la esperaban en un despacho vacío del colegio. Era media mañana, sin clases por reunión de profesores. El uniforme del colegio constaba de falda hasta la rodilla, zapatos negros, calcetines largos, blusa y chaqueta. En el despacho había una decena de compañeras.
- Te vamos a subastar y la que dé más dinero por ti será tu dueña durante todo el día. Tendrás que obedecerle o recibirás un duro castigo -le anunció una de las compañeras allí presentes.
- Lo que se dice una esclava sexual -anunció una de las chicas- porque las faenas las realizan empleadas del colegio, que para eso es de élite. Nosotras no movemos ni un vaso.
- Para pagar por ti queremos ver lo que compramos, así que desnúdate -le dijo otra compañera.
La princesa no se movió.
- Si no te desnudas te desnudaremos nosotras -le advirtió una compañera.
La princesa se quitó la ropa lentamente, ruborizada, primero los zapatos, luego los calcetines, la falda, la blusa y la chaqueta. Con solo la ropa interior puesta, puso un brazo sobre el pecho y una mano sobre las bragas.
- Te has dejado lo mejor. Procede -le dijo otra compañera.
Las compañeras miraban intensamente a la princesa. Tenía un buen cuerpo adolescente, era alta, delgada, con larga cabellera rubia.
Ante su resistencia a quitarse las dos piezas, una de las compañeras dijo que podían subastarla así.
- A mí me gustaría comprobar si tiene el vello del pubis rubio -dijo una chica.
- Lo tiene rubio, ¿no ves que se le transparentan las bragas? y también se ve que tiene buen culo y buenas tetas -comentó entre risas una compañera.
- No tiene nada distinto a nosotras por ser princesa -opinó otra chica.
Las chicas comenzaron la subasta, empezando por cinco libras hasta llegar a las veinte libras, que dio una de las más veteranas. Dijeron que el dinero lo sortearían después entre ellas.
- Me llamo Margareth y soy tu dueña por un día -le dijo la que pagó las veinte libras.
-Que te lo pases bien con ella -le deseó una de las chicas. Salieron del despacho.
Una vez a solas las dos, Margareth se sentó en un sillón y le dijo a la princesa que terminase de desnudarse, se colocara de rodillas delante de ella, le quitase los zapatos y los calcetines y le lamiese los pies.
- No voy a ser muy exigente contigo, pero si no me obedeces llamaré a las chicas, que esperan al otro lado de la puerta y entre todas te haremos mil pillerías. Las novatadas son costumbre en este colegio y el año que viene podrás intervenir en las que se hagan a las recién llegadas. Esto es una cadena de obligado cumplimiento.
La princesa se quitó el sujetador y las bragas, se arrodilló ante la compañera, le quitó los zapatos y los calcetines y le lamió los pies.
- Hazlo con más ganas, no sabes bien lo que me gusta. Además, que te chupe los pies una princesa es todo un honor- comentó Margareth.
La princesa obedeció, descubriendo con sorpresa que le gustaba hacerlo, que disfrutaba con ello. Margareth se subió la falda y se metió la mano derecha debajo de las bragas, masturbándose y gimiendo de placer.
- Eres una buena chupadora, lástima que no tenga un pene para metértelo en la boca.
La princesa, desafiante, detuvo su labor chupadora, la miró fijamente a los ojos y le dijo:
-Si quieres te meto la lengua en el coño, que es lo que tienes.
- Qué sorpresa, eres una princesa muy guarra.
Margareth se levantó del sillón, abrió la puerta del despacho y dijo a sus compañeras que entrasen.
- Quitaos las bragas, la princesa va a chuparos los coños a todas.
Tardaron unos segundos en reaccionar, sorprendidas.
La princesa, que permanecía de rodillas sobre la alfombra del despacho, asintió con un movimiento de cabeza.
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