Masajista

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Noté su mirada. Me miraba de arriba abajo, escaneándome, y se quedó manteniendo su mirada en mis pechos. En ese momento me sentí indefensa, pero el calor que tenía me impedía taparme. No había calor real, simplemente estaba excitada.

Estaba totalmente desnuda y él comenzó a masajear mi espalda. Era mi masajista, un chico alto, fornido, rubio. Al acabar con mi espalda, levantó un poco la toalla que me tapaba el culo y masajeó mis piernas. Con una línea de seguridad para que no pasara nada que no tuviera que pasar. Pero yo deseaba que eso pasara.

Me dijo "por favor, dése la vuelta". Era un masaje completo, y le quedaba mucho cuerpo. Ahora iba a la cabeza. Fue a taparme con la toalla mis partes íntimas, tanto mi sexo como mis senos, pero yo me la quité. 

-No -Dije- Tengo calor, si no te importa me quedo así. 

Le miré un momento, estaba ruborizado. Me miraba a los pechos. Cerré los ojos y me imaginé todo tipo de guarrerías. Quitó sus dedos de mis sienes y abrí los ojos, estaba toda húmeda. 

Ahora tocaba el masaje en la barriga. Me masajeó con esos dedos expertos y yo estuve a punto de gemir varias veces, pero me mantuve.  Y luego pasó a las piernas... Subía, bajaba, subía bajaba.

Y entonces ví el momento, me abrí ligeramente de piernas, dejando ver mi sexo húmedo, empapando la camilla. Y él se dió cuenta. Me miró lascivo.

Colocó sus manos en mis tobillos y subió, pero esta vez no le hizo caso a esa línea imaginaria, siguió subiendo y se colocó en mi pubis. No dentro, si no en la parte púbica.

Masajeó esa zona, y esta vez sí que gemí, me estaba dando mucho placer. Y entonces bajó un poco, y masajeó más mi clítoris, deseoso de sexo, hinchado y mojado. Yo gemía y gemía, mucho y fuerte. Entonces adentró dos dedos en mi interior, haciéndome gritar.

¿Estaba pasando? ¿No era una peli porno barata? ¿Realmente estaba manteniendo sexo con mi masajista? 

Él se desnudó, pero aún no era el momento. Se colocó en la misma posición donde minutos antes se había puesto para masajearme la cabeza. Y colocó su pene erecto sobre mi cara. Se puso a masajear mis pechos. Y yo a lamer su pene.

Profúndamente, como un helado, y él me tocaba, me sentía. Se tumbó encima mía, me siguió masajeando, y metió su pene erecto en mí.

Lo sacó y lo metió, yo apretaba con fuerza mi intimidad para sentirlo más, mientras con sus manos expertas seguía masajeando mi clítoris. 

Él estaba a punto de correrse, yo apreté mis grandes pechos y él colocó su pene entre ellos y siguió moviéndose rítmicamente hasta que su semen me golpeó.

Fué el mejor masaje de toda mi vida...


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