Mamá es una castellana ejerciente, tiene carácter, es de pocas palabras y una trabajadora incansable y metódica en todo. Ya está próxima su jubilación y la docencia empieza a resultarle pesada, sobre todo por el escaso interés de sus alumnos a los que cataloga como enemigos públicos. Desde que enviudó de papá se ha vuelto conmigo más condescendiente y comprensiva. Antes, jamás me hubiera permitido traer a casa a una extranjera y que compartiera nuestra vida en común. Es verdad, que Françoise es una joven deliciosa que la mima como nunca lo hizo nadie. Cuando están juntas las oigo reír con un desenfado que en mamá es verdaderamente sorprendente. A menudo la joven le cuenta historietas subidas de tono que la ruborizan y después, entran en grandes reflexiones, compensan así el atrevimiento de una y la permisividad de la otra.
Cuando conocí a Françoise lo que me llamó más la atención fue su espontaneidad, no tenía ningún recato. Cuando me vio entrar en la fiesta de mi amigo Carlos se presentó directamente, me dijo que le gustaba, hablamos durante un buen rato y después me llevó al jardín y follamos plácidamente en un rincón apartado sobre el césped recién cortado. Después, se invitó a venir a casa, engatusó a mamá con sus encantos y se quedó con nosotros.
Es una joven fogosa y grita sin control en sus largos orgasmos, al principio mamá me llamaba al orden tan pronto se daba la ocasión, estaba horrorizada, pero pronto lo asumió con normalidad e incluso creo que le gusta oírla porque es toda una expresión de vida.
La relación entre ellas es cada vez más fluida y natural, diría que mamá está seducida por sus encantos y es incapaz de poner límites a sus manifestaciones de afecto cuando se le entrega y acurruca en sus brazos. Entonces Françoise resulta endiabladamente tierna y desvalida. Nunca vi a mamá acariciar a nadie, su sentido de pudor no se lo permitía, con ella se ha trastocado su especial sentir, ahora no sólo le da cobijo, sino que acompaña cada gesto de cariño con una sonrisa de complacencia.
Incluso conmigo se ha vuelto más maternal y comprensiva, diría que ha entrado en otro estado emocional que responde sobre todo a la felicidad que la joven le proporciona.
Las preguntas directas y claramente indiscretas que la joven le hace en relación con el sexo le perturban y dejan sin palabras, luego vuelven sobre el particular y ya está algo más dispuesta a sincerarse. Son conversaciones largas que yo oigo a cierta distancia y con una curiosidad enorme.
Françoise le explica a mamá con su singular encanto curiosidades del sexo y la sorprende a pesar de ser una persona instruida, son cosas que siempre dejó aparcadas aún lado.
Somos un trio bien avenido, pero entre ellas se entienden mejor, el sentir femenino parece ejercer de puente y percibo en su comunicación una complicidad que conmigo no se da por parte de ninguna de las dos.
La siesta les pertenece, ambas se buscan en el sofá y abrazadas se quedan adormiladas mientras la televisión imperturbable emite unos programas que les deja indiferente.
Françoise está cada vez más entregada y tierna, coge sus manos y juega con ellas y las acaba besando, me resulta complaciente y a ellas, no me cabe duda de que también.
Cuando la noche ha sido movidita y los orgasmos de la francesita bien elocuentes por la mañana se miran con curiosidad, esperan ver en la otra algún signo especial, algo que evidencie cosas, cómo que se siente después de tanto gozo o que pensará ella de todo esto, en ambas esta patente la fuerza del encuentro que hubo, después, la joven la besa o hace una caricia conciliadora y mamá se resiente, es como un estremecimiento, un traslado de emociones que hasta yo percibo.
Françoise es una joven libre, algo que me quedó claro desde el principio, se manifiesta tal cual es, no tiene reparos en decir lo que siente o piensa. A veces me sorprende con ideas infantiles, pero en la mayoría de las ocasiones por la profundidad de sus pensamientos. Es inteligente y todo lo analiza, pero con un sentido positivo a la vez practico. Estando conmigo se ha ido con otros al jardín, a su vuelta trae el acaloramiento del instante y la frescura de no haber dejado nada detrás. Esa misma noche se me entrega y con malicia me cuenta detalles para exacerbarme, es como echar leña a una caldera viva. Acabo también yo gritando a su par.
Nunca mamá preparó tantos dulces, lo hace con entusiasmo porque sabe como le gustan. Le dedica tiempo, los prepara con esmero, cuida hasta el último detalle, el premio está garantizado, la francesita se la come a besos. Ella comienza protestando de tanta efusividad, pero termina dejándose llevar hasta que algo se le resiente en su interior y acaba apartándose algo cohibida.
Françoise me acompaña siempre y en cada lugar va dejando su impronta de libertad a la vez que suscita deseos en los hombres. Veo como la miran necesitados de probar las delicias que ella insinúa con tanta naturalidad.
En ocasiones me ha sorprendido, reacciona mal cuando actúo con su sentido liberal y permisivo. Me encontró con Ana, una amiga de siempre, estábamos ensimismados en unas caricias infinitas, traspasadas las líneas rojas lo de menos son las prendas que nos cubrían, así lo entendió ella y sólo me dijo – Te mato si sigues.
Luego me pidió perdón y me juró que nunca más volvería a ocurrir, quedó claro que ambos éramos libres, pero lo volvió a hacer en otras dos ocasiones más.
Lleva tiempo en casa, me dice que nunca anidó tanto, seguro que no existen rejas a su alrededor y lo sabe, también que puede emprender el vuelo cuando lo desee y, además, nunca se sintió mejor atendida.
Las líneas prohibidas de mamá las ha ido traspasando una a una con tanta resolución como deseo, desde hace días observo en ellas cambios importantes. Algunas defensas de mamá van cayendo y no puedo establecer conexiones concretas, me pierde mi sentido de propiedad. Mí masculinidad se siente vulnerable en ámbitos tan distintos y cruciales.
Mi hueco en el acogimiento maternal me viene dado desde siempre, es un patrimonio afectivo que me pertenece, compartirlo con el ser que llena mis días y mis noches de deseo y desenfreno podría incluso asumirlo con agrado, pero…
La lectura de los gestos, la percepción de signos que evidencian una realidad en continúa ebullición o cambio, la alteración que me provoca, la sensación de no poder engañarme más está llevándome al límite.
Ha llegado el fin de semana sorpresivamente, aunque estamos todos deseosos y contenidos, mamá aprovecha estos días para ventilarse, abrirse a si misma y disfrutar de los placeres que le roban sus obligaciones. En esta ocasión viene con ganas de romper con estructuras y con una rigidez impuesta. La observo en silencio, sé que no soy el centro de su atención. También Françoise lo sabe, quizás más que nadie. Después del almuerzo desaparecen, en esta ocasión no se van al sofá como siempre, ascienden por las escaleras que las lleva hasta su dormitorio. Caída la tarde baja sólo Francoise.
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