Amor Prohibido

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Amor Prohibido
Estoy tan obsesionado que se me hace algo inexplicable, ¿cómo me fui a enamorar de ella?, si sabía desde el principio que nunca me iba a corresponder, no sé porque el tonto de Cupido desperdició su flecha conmigo, para un amor prohibido e imposible, prohibido porque en la empresa en la que trabajamos, es ilegal enamorarse entre compañeros, ya sabe, por la cuestión del acoso, e imposible porque ella está locamente enamorada de Aldo, un ingeniero que tiene uno de los cinco sueldos más altos en toda la empresa. 
Esto le estaba contando Rodolfo a Luis, en uno de los corredores de la planta armadora de automóviles, mientras reparaban ambos una de las maquinas robotizadas, Luis, un compañero de área, solamente lo escuchaba y hacia los ojos para arriba, como mostrando fastidio y moviendo la cabeza lentamente hacia donde estaba Rodolfo, lo veía y le hacía un gesto de cansancio, Luis le dijo al fin: eso ya me lo has repetido miles de veces, te puse atención las primeras cuarenta o cincuenta, pero ya me cansaste con ese tema, además ¿cómo quieres tú que ella te haga caso, si siempre te la pasas trabajando?, y además, no hay manera de que lo que tu pretendes concretar de esta relación se lleve a cabo por las prohibiciones del reglamento. A Rodolfo le cayó como un balde de agua fría, se puso serio después de los argumentos que escuchó y por la manera que se los dijeron, más.
Rodolfo no podía actuar normalmente, con esos pensamientos en la cabeza y sentimientos de amor en el corazón, eso del amor lo tenía aturdido. De veras, era muy complicado interpretar las muestras de afecto que Leticia le tenía a él, ¿y como distinguir estas muestras que solamente fueran de compañero a compañero de trabajo, de otra cosa más en serio?. La amistad entre compañeros de diferente sexo es difícil de entender sin traspasar los límites del amor, esa delgada frontera entre estar contento con la otra persona y no sentir enamoramiento es complicado de llevar. Además, con las señales confusas que le enviaba Leticia, al regalarle una pulsera de hilos rojos con ojo turco azul, con la advertencia al entregársela con voz muy sensual de que era ideal para ahuyentar las malas vibras y atraer el amor, eso le movía el piso, él, cada vez que se acordaba de ella frotaba la pulsera como si fuera la piel de ella.
Rodolfo un día, se detuvo revisando el celular antes de entrar a su oficina de la planta,  alcanzó a escuchar detrás de la puerta a otros compañeros de trabajo, que estaban refiriéndose  a él como un pobre desgraciado que no pierde la esperanza de que Leticia lo ame. Se quedó frío, detrás de la entrada para escuchar toda la conversación sin que ellos se dieran cuenta de su presencia. Decían también ¿para que quiere enamorarse de ella si él siempre está aquí en la fábrica trabajando, no conoce nada de afuera, ni modo que ella también viva aquí con él?, que iluso. En eso Rodolfo se hizo ver y molesto con los compañeros que habían estado hablando de él, los empezó a retar, poniendo su pecho contra uno de ellos, el otro alcanzó a tomar el teléfono, habló a seguridad para que fueran a ayudarlos, Rodolfo se había vuelto loco, les gritaba y los aventaba fuertemente, los zapatos con punta de acero son realmente peligrosos. 
Rodolfo al saber que venían los guardias, reaccionó, se acomodó la camisa, empezó a calmarse, les dijo a los burlones compañeros que ojalá a ellos nunca  les pasara lo mismo, porque entenderían muchas cosas de los amores prohibidos, en eso, llegaron los guardias y hablando todos al mismo tiempo, esposaron a Rodolfo y lo sacaron de la fábrica. Él sabía que la había regado, que es contra el reglamento golpear o empujar de forma violenta a un compañero.
Se fue al estacionamiento y tomó su carro, meditó un momento y se dirigió a su casa con la mirada perdida en el horizonte, en el trayecto se detuvo en una tienda de conveniencia a comprar un café, cuál fue su sorpresa, estaba una mujer muy parecida a Leticia, pero no vestida como ingeniera, como siempre había visto a Leticia, se quedó inmóvil durante unos segundos, después la empezó a observar disimuladamente, no lo pensó mucho y la arribó preguntándole que ¿cómo se llamaba?, ella le contestó que Violeta , ella le dijo que ¿porque la curiosidad?, él se presentó y le dijo que tenía un parecido muy grande con una compañera de su trabajo de nombre Leticia ¿que si conocía?, Violeta le respondió que sí, que eran medias hermanas. El pensamiento de Rodolfo divagó en el tiempo e hizo miles de conjeturas en un segundo. Se le iluminó la cara, vio una luz al final del túnel, quizás ella si pudiera convertirse en el amor de su vida. Ella muy amablemente le preguntó ¿que como estaba Leticia, que tenía tiempo sin verla?, el contestó, Leticia hasta hoy en la mañana que la vi estaba muy, muy, muy bien, pero nunca me había comentado que tuviera una media hermana. Violeta observando la situación, quiso despedirse diciéndole que le saludara a su hermana. Cuando le dio la mano, la pulsera de hilo rojo se reventó casualmente, ambos se dieron cuenta que algo caía, se agacharon y se vieron a los ojos un instante. Rodolfo no podía creer que pudiera haber otra mujer tan bella como Leticia. Cuando se dirigieron a la caja a pagar, él le pidió su número de celular a ella, pero ella titubeó, no sabía si darse o no, estaba ocupada cobrando, era un desconocido realmente, pero al final se decidió y se lo dio.
Días después Rodolfo volvió a la planta a trabajar, quería platicarle a Luis sobre lo que le había pasado y a quien había conocido en aquella tienda, pero en la puerta de la recepción del trabajo, lo detuvo un guardia y lo llevó directo al departamento de recursos humanos, lo creyó lógico por lo que había sucedido días antes, tenía unos argumentos para defender el porqué de su reacción, pero luego le mostraron algo que no podía creer, era una demanda de acoso laboral que tenía en su contra el departamento de recursos humanos, donde decía que Leticia se sentía atormentada y acosada por Rodolfo y que había intentado también molestar a su hermana Violeta, que era ajena a la empresa. Rodolfo no lo podía creer, según él sentía que había sido muy respetuoso con ellas. Jamás había sentido que su trato hubiera sido hostigoso y menos dañino. 
Se molestó con lo sucedido y reclamó que, porque le hacían esto, que este antecedente lo iba a marcar de por vida para conseguir futuros trabajos y se despidió diciendo que mejor contrataran robots, que no sienten nunca un afecto por nada ni por nadie.
Desde entonces Rodolfo anda con pies de plomo, cuidándose con terror de las violetas y leticias de este mundo, que serán bellas como rosas, pero peligrosas como ellas.


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