Se rueda, ¡acción!

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Enviado el , clasificado en Drama
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I

Apaga la luz de la habitación pero entra suficiente claridad procedente de la calle.

Una ciudad que nunca duerme es un lugar con demasiada claridad para ocultar demonios y sexo.

Nos ponemos a ello.

Un metesaca violento al principio pedido por ella. Me canso rápido. Las sacudidas y una corrida explosiva en el exterior que llega a salpicar la cara blanca de Matilde.

Métela otra vez, vamos.

Lo hice y me desplomo encima de ella, respirando o dando las últimas bocanadas.

Consigo moverme algo, lo suficiente para que ella, con el roce de los cuerpos y el sudor empapando los cuerpos se corra a gusto, chorreando como un grifo abierto.

El magreo y sacar la polla del conejo para ponerla en la boca. Y correrme un poco, solo un poco. Y de nuevo el magreo. Y la mordida de siempre en mi cara. Esta vez en el párpado del ojo derecho.

¡Duele!

Te jodes.

II

Llevo media hora escribiendo bien. Tecleando con rabia. Las palabras no se retuercen. La vomitona va por buen camino. Los personajes, tres, se divierten y hace de las suyas. El diálogo, mi fuerte, fluye a toda marcha.

Y ella fumando lee algunas páginas del guion.

La directora está contenta. Hasta el título gusta.

Pero quiere un final que abierto.

Y no consigo abrir la puerta de ese puñetero final que se la ha metido en la cabeza. Es bueno; no digo que no sea bueno, pero la historia me lleva por otro camino y no creo que le guste.

III

Terminado.

A la semana de estar encerrados, follando, bebiendo, hablando, bailando, fumando, comiendo muy poco y dejando para dormir un par de minutos o segundos, ¡mejor los segundos!, a los siete días pongo el puntito negro y suelto un “se acabó” que hace de Matilde una motosierra capaz de arrasar con la habitación. Los veinte folios en su poder y la mirada desde arriba, sin un pelo en el cuerpo, el conejo vivo y los pezones del color comunista que más apesta. Y la boca grande, con dientes grandes, y labios húmedos y gruesos.

Se pone las gafas.

Me levanto y abro la ventana.

El ruido de la calle a las diez de la mañana es una declaración de guerra.

¡No gusta la guerra!

IV

Matilde dirige y hace que los actores tengan deseos de quitarse de en medio. Se mastica la tragedia y eso es bueno. Un seguro de éxito. Cuando una peli de Matilde fracasa los actores siempre dicen que el rodaje ha sido un placer y que la mala fama de la directora son cuentos chinos.

¡Y una mierda!

Matilde consigue escalar la cima cuando deja cadáveres tirados por aquí y por allá. Si una actriz jura a los íntimos que nunca volverá a trabajar con esta hijaputa, entonces está claro que la cosa ha ido de puta madre y la peli será cojonuda.

Si el actor mete la cabeza en un horno y abre el gas, el productor chino se frota la polla.

Así pasa con este rodaje.

El director de fotografía se corta las venas y hay que llevarlo al hospital. Ha trabajado con ella en tres películas y esta es la cuarta. En las anteriores amenazó también con matarse. Lanzándose al vacío desde un rascacielos; bebiéndose una botella de lejía, echándose a correr por una calle a tope de coches y de vendedores de la ONCE.

Gritos, insultos, llantos, golpes, reconciliación con sobredosis de mantecado.

Y el final que ella quería y el mío a tomar por culo.

Pero yo soy el único cobarde que no abre la boca.

Un actor me dice, creo que en francés, algo parecido a que mi madre fue una puta y mi padre el come pollas de Franco.

Matilde le da la razón y una patada en los huevos.

V

La peli es un éxito y no se lleva ningún Goya, por supuesto, pero en Venecia y en los Globos de Oro se lleva no se qué. Matilde sale en fotos, y la actriz, y el director de fotografía recibe elogios y enseña las muñecas, pero ríe.

Me llaman de una radio para que opine. Opino.

VI

Entra como un huracán. Viento palmero. Mar de fondo. La rabia. Las ratas. Hereje total. En el camino nos vemos, hijoputa. Hijaputa tú.

Se entera que escribo algo para teatro.

Si fuera poesía, vale, pero teatro, cabrón.

Y se manda a mudar.

Cierro la ventana y la guerra cesa. La noche llega encendiendo la tele. Un documental con dos rinocerontes dale que te pego y la hembra más chica moviéndose poquito. ¿Huyendo?

 

 


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