Dijiste indignado pero con ilusión: "merezco estar con alguien que me quiera..."
Y me lo dijiste a mí.
A mí...
La persona que por ti suspira en silencio y esboza sonrisas con tu recuerdo desde hace tanto tiempo.
En silencio.
Quizá con algún cómplice esporádico y lejano, pero igual de callado.
De esos que no ofrecen consuelo porque entienden que el amor, si es sincero, nunca duele.
Dijiste aquellas palabras y ahora son un tatuaje en mi alma.
¿Acaso no sería yo merecedora, por fin, de la reciprocidad de tal sentimiento?
¿No están unidas mi amor con tus ganas de ser amado, como uno de esos juegos escolares que ligan niños con caramelos o gusanos con mariposas?
Me dijiste aquello.
Me lo dijiste ¡a mí!
A pesar de que un día confesé y asumí un te quiero.
Aún sabiendo que ese sello, compulsado con esperanza, sigue estando en vigor.
Y te fuiste.
Te fuiste.
Buscando otros perfumes que alivien tu dolor.
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