Cuando era pequeña eran muchos los momentos en los que se sentía más grande que su propio cuerpo.
Sí, ésas son las palabras que lo describían.
No había conseguido convertirlo en ellas hasta ese instante.
Sentía que su cuerpo se movía, pero ella era en realidad todo lo que la rodeaba.
Recordó que podía notar la agitación de todas las células que la conformaban y tenía la sensación de ser consciente de cosas que no le correspondía saber aún.
Parecía que la vida le tenía preparado algo muy grande, parecía que ella era especial.
Suponía que, de algún modo, lo debía seguir pensando y que esa soberbia le habría pasado al final factura.
O quizá no era soberbia...
Quizá era tan sólo la corriente de las altas expectativas de los demás que ella siguió sin rechistar, sin pensar que eran inalcanzables.
Y a pesar de todo, no era éste un discurso de bandera blanca ondeando por la resignación de la derrota.
Sólo escribía palabras en voz alta porque, en aquél momento, era necesario hacerlo.
Y luego las dejó marchar.
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