MI PRIMERA VEZ VERDADERA (2)

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Mi vagina totalmente húmeda fue cediendo, y fue siendo penetrada poco a poco. Dolía levemente, soportable. Él cuidaba que fuera una buena y placentera experiencia para mí, y lo estaba siendo. Yo gemía, me quejaba, pero murmuraba "no pares, sigue". Sin más, de pronto sentí un empujón, suave y a la vez fuerte. Un pequeño grito, pero no de dolor sino más bien de placer, al sentir un enorme y verdadero pene totalmente dentro de mí. Por primera vez me penetraban como debía ser, y me estaba gustando. Me tomó de mis caderas, yo seguía inclinada hacia adelante, e instintivamente yo abrí más las piernas y encorvé más la espalda. Con movimientos suaves, lentos, pero cada vez más firmes, más fuertes, más duros y más placenteros, él me penetraba más y más.

Una y otra vez, y otra y otra, cada vez más sentía la fricción de su gran pene dentro de mí. Entreabría mis ojos y nos mirábamos, cruzábamos miradas por el espejo. Veía mi rostro, colorado y sudado, pero con una expresión de placer, felicidad y ansiedad, que nunca había visto ni sentido antes. Él continuaba con sus embestidas, más y más poderosas, yo no quería que parara, y no lo hizo hasta que logré el primer orgasmo "no manual" de mi vida. Él se detuvo por unos instantes, observando mi cara, gozando mis expresiones en el espejo, yo disfrutaba mi orgasmo. Mis contracciones abdominales se debilitaban poco a poco, cuando él otra vez inició con su "meta y saca" tan rápido y vigoroso, que provocó repentinamente y rápido otro orgasmo, mismo que yo gocé más, mucho más que el anterior. No lo podía creer, otro orgasmo seguido y más fuerte y placentero que el de antes.

Él casi al mismo tiempo, saliéndose de dentro de mí, eyaculó sobre mis nalgas y espalda. Semen caliente, chorros de semen, algo que yo tampoco nunca antes había sentido ni experimentado, pero que ahora estaba disfrutando enormemente. Yo temblaba, nos abrazamos, y luego de esa alta dosis de placer sexual vinieron unos minutos de cariño, silencio y descanso. Se inclinó hacia mí, me besó y me dijo "gracias, para mí ha sido extraordinario". Limpió su miembro, me ayudó a limpiar el semen de mis nalgas, piernas y espalda. Se vistió, me ayudó a vestirme, dijo "te espero afuera" y salió. Hasta ese momento caí en cuenta de lo que había sucedido. 

Estaba en shock, pues acababa de gozar "mi primera vez" real, y con alguien que no era ni mi novio, tal vez un poco mi amigo, y que para peores era mi jefe. ¿Y ahora qué? me preguntaba, ¿Me correrá del trabajo? Y si no, ¿volveremos a hacerlo? Sí, ¿por qué no? ¿Quiero hacerlo otra vez? Sí, a mí me gustó, lo disfruté. ¿Y a él? Aunque, espero no quiera hacerlo a cada rato, y que no sea solo aquí. Terminé de acicalarme, y salí. Mis piernas, y todo mi cuerpo temblaba. La incertidumbre y los nervios me ganaban, de inmediato busqué algo en que ocuparme. Ya afuera estuvimos trabajando en silencio, solo lo mínimo se habló y de trabajo.

Pasó el tiempo y llegó la hora de retirarme a casa. Hasta ese momento me dijo: ¿Puedes venir? "Sí claro" respondí con voz nerviosa. Al acercarme, tomó mi mano y me dirigió hacia el baño, y me dije en mi mente: "tan pronto, otra vez, y aquí? Al parecer leyó mi mente, porque me dijo: "no, no pienses que lo haremos ahora, quiero mostrarte algo". "Está bien" respondí, aunque la sola idea de estar con él otra vez, y el recuerdo de lo bueno que estuvo antes, ya hacían que mi vagina se humedeciera. Replicó: "sube tu falda y baja tus bragas", a lo que respondí, "pero dijiste que no lo haríamos", aunque mi mente y mi cuerpo querían y lo deseaban. "Haz lo que te digo, confía en mí" respondió. 

Hice lo que me pidió y al bajar mis bragas me mostró unas pequeñas manchas rojas en ellas. Me dijo: "¿Ves eso? Es señal de que eras virgen, aquella primera y única vez que me contaste, no perdiste tu virginidad, sino que sucedió hasta ahora conmigo. Si lo hubiese sabido, habría sido de otra forma y en otro lugar". Por ahora, vé a casa, toma una ducha, relájate y descansa. Lo que vaya a suceder a partir de mañana dependerá sobre todo de ti. Algo sorprendida, pero no por ello menos excitada, ya que mi deseo era incontrolable, con bastante dificultad respondí "no quiero esperar a mañana, te quiero aquí, ahora, otra vez. Quiero sentir dentro de mi, esa enorme y deliciosa parte tuya". Me desnudé, y mientras me besaba lo ayudé a desnudarse también.

Tomé entre mis manos aquel gran trozo de carne, aun no totalmente erecto, pero de por sí ya grande, y con cada caricia y beso lo sentía crecer y crecer. Sus dedos dentro de mí, acariciaba mi humedisísima vagina. Me alzó pegada a su cuerpo, y poco a poco fue deslizándome hacia abajo. Mis brazos alrededor de su cuello, lo aprisionaba con mis piernas enroscadas en su cuerpo. Sentí su pene frotar la entrada de mi vagina, y con algo de dificultad abrirse paso lentamente hasta ingresar todo totalmente, completo. La sensación de aquel enorme bulto dentro de mí era placer puro, el vaivén de su "mete-saca" y la fricción del movimiento rápido me transportaron al mundo de los orgasmos. 

Uno, dos, tres, no sé cuántos orgasmos, uno detrás de otro, yo ni siquiera sabía que eso era posible en mí, resulté multi-orgásmica. Luego, en un instante, estaba sentada sobre mis nalgas en el mueble del lavabo. Mis piernas sobre sus hombros. Mi vagina muy mojada, abierta, de frente a él, y su enorme miembro penetrándome una vez más, y de nuevo estaba siendo presa de algo distinto, diferente, como nunca antes había sentido. Una sensación similar a los orgasmos, pero más intensa, al punto que parecía me iba a desmayar. Él se percató, y en ese momento, varió de penetrarme a masturbarme. Dos de sus dedos, palma hacia arriba, se movían como buscando algo dentro de mi vagina. Lucía muy seguro de sus acciones, y no paraba de acariciarme por dentro, hasta que grité: "pará, pará, que me orino. Detente, no quiero orinarme". 

Lejos de detenerse aceleró el movimiento. Sus dedos se sentían, como tratando de tocar mi ombligo por dentro de mi vagina y de repente, experimenté como una continua y leve descarga eléctrica, y un "chorro" de líquido blancuzco salió expulsado yendo a parar a su abdomen. Él lejos de disgustarse o retirarse, me susurraba: "sigue, sigue, no es orina. Es lo que quería, que eyacularas". Él admiraba su obra, yo experimentando un "squirt", logrado por manipulación de mi punto G, algo totalmente nuevo para mí, y que me dejó además de sorprendida y satisfecha, exhausta y sin fuerzas. Cuando me recobré, él estaba aseado y vistiéndose. Me ayudó a limpiarme y a vestirme, y dijo, "vámonos, y estas y otras similares, son las experiencias sexuales, que disfrutarás conmigo si tu quieres". Yo solo atiné a decir "sí, sí quiero" mientras salíamos hacia el parking.

...continuará...


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