Denunciar relato
H. era un viudo octogenario, enjuto, mejillas hundidas, nevada pelambrera, corto de estatura, jubilado (antes había sido director de orquesta).
Vivía solo en la parte alta de un bloque de viviendas de renta baja en la ciudad de Madrid.
Cuando frotaba su plumerito sobre algún mueble, siempre pensaba lo mismo: Aquí estamos, cambiando el polvo de sitio.
Una mañana, desde la lejanía, un gamberro, un terrorista en ciernes, explosionó un petardo-bomba. ¿No había acabado la guerra?
H. sintió cómo su corazón se removía en la caja torácica, cómo el corazón le daba un vuelco fatal, mortal.
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