SEXO DE ALQUILER

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Actualmente vivimos en una finca rural a sesenta kilómetros de Madrid. Cuando a Carlos le cambiaron a teletrabajo decidimos vender el piso céntrico de Madrid y comprarnos una finca, con una casa muy grande de una planta y con una buhardilla arriba que ocupa toda la casa.

Poco a poco fuimos poniendo placas solares y optimizamos la casa para que fuera totalmente autosuficiente y nos dedicamos a vivir de nuestros propios recursos, una huerta y animales, solo compramos lo imprescindible y que no podemos generar.

Sin embargo, había algo que no podíamos conseguir como antaño. Aunque esporádicamente, nos gustaba compartir sexo con amigos y conseguir a alguien del pueblo no era tarea fácil. Nos empezó a picar el gusanillo y lo hablamos. Decidimos buscar a alguien por internet para proponérselo y al final coincidimos en que lo mejor era contratar una profesional ajena a la zona donde vivimos. Los dos pensamos que lo mejor era una mujer. A mí me gustan las mujeres y a Carlos no le gustan los hombres.

Contratamos los servicios de una señorita de compañía que no tenía problema en follar con los dos al tiempo. Nos salió por un pico traer a una persona desde Madrid, pero para entonces nuestra economía se lo podía permitir porque casi no gastábamos dinero. Le mandamos nuestra ubicación por washup y a la hora acordada llegó a casa.

Las fotos que habíamos visto en internet eran totalmente reales, sin retocar. Era preciosa, morena con el pelo negro y ojos verdes, delgada con los pechos naturales y generosos, talla noventaicinco según nos dijo. Vestía unas sandalias con tacón alto, una falda que no llegaba a taparle el culo por completo y una camiseta sin mangas que permitía verle la mitad de los pechos por los lados.

Nos saludó con un beso en los labios mientras nos apoyaba la mano en el sexo. Se deshizo de la ropa y empezó a masturbarse invitándonos a que nos desnudáramos. Nos dijo que nos pegáramos y juntáramos los sexos. Se arrodillo delante de los dos y nos empezó a chupar por turnos. De vez en cuando me pasaba la punta de la polla de Carlos por la raja y después se la limpiaba con la lengua.

Pasmos una tarde inolvidable, nos la comimos y nos comió a los dos, la follamos varias veces, Carlos con la polla y yo con media mano dentro del sexo y del ano. Era un manual sexual y nos hizo practicar posturas de las que ni siquiera habíamos oído hablar. Al marcharse nos dejó una tarjeta de visita para que no perdiéramos el teléfono por si queríamos llamarla de nuevo. No volvimos a llamarla, aunque si lo hicimos con otras chicas de forma esporádica, para no crear ningún vínculo.

Un día, mirando en las páginas de contactos por internet, vi el anuncio de un hombre que se ofrecía para tener sexo con parejas. La foto era de un mulato, venezolano decía el anuncio, vestido con solo un pantalón de deporte dejando a la vista un cuerpo escultural de gimnasio y ponía que tenía un miembro de veinticinco centímetros.

Me quedé prendada mirando la foto en la pantalla y empecé a imaginar las cosas que me podía hacer aquel hombre con semejante pene. Se lo conté a Carlos y me dijo que le llamara y arreglara una cita. Estaba deseando ver como me follaban con semejante herramienta mientras se la chupaba a él.

Llegó a casa en un coche de alta gama un viernes por la tarde. Nada más verle en persona y pensar en lo que me iba a hacer, se me mojaron las bragas. Saludó a Carlos con un apretón de manos y a mí con dos besos.

Subimos a la buhardilla y nada más sentarnos me tiré como una posesa a tocarle el rabo. Se dejó hacer permitiéndome bajarle la bragueta y me ayudó a quitarle los pantalones ante la atenta mirada de mi marido. Aún flácido, el pene, era descomunal.

Empecé a chuparle solo el capullo porque no me cabía más en la boca. La polla empezó a crecer delante de mis ojos hasta que ya no la podía abarcar con una sola mano. Lo impresionante no solo era la longitud, sino el grosor, hasta el punto que tuve algo de miedo al pensar que aquello me iba a penetrar. Miré a Carlos y estaba tan contrariado como yo.

Nos pusimos los tres de pie y entre los dos me quitaron el vestido y me dejaron desnuda porque debajo no llevaba nada, había prescindido de la ropa interior. Me besaron los pechos y fueron bajando hasta que ambas lenguas se ocuparon de mis entradas, uno por delante y otro por detrás. Volvieron a ascender y esta vez fui yo la que se agachó a comerme sus pollas.

Una vez preparados, el venezolano se puso un condón y me preguntó si quería que me follara ya. Carlos se sentó en una silla y yo me apoyé en sus muslos ofreciéndole el culo a nuestro invitado. Me palpó con la polla la entrada del coño y empezó a entrar muy despacio para que me fuera amoldando a sus dimensiones. Carlos me besaba en la cabeza con cariño.

Le costó que me dilatara lo suficiente para conseguir metérmela entera prácticamente sin dolor. Ya con la polla dentro, bajé la cabeza y empecé a chupársela a Carlos. Con cada envite desde atrás me tragaba su polla hasta la garganta y él deslizaba las caderas hacia delante para que se la pudiera chupar a placer. Así tuve mi primer orgasmo.

Los dos tenían claro que la reina a satisfacer era yo. Le dijimos que se tumbara boca arriba en la alfombra y me puse con las rodillas a los lados de su cadera. Empecé descender intentando metérmela por detrás y fue imposible. No llegué siquiera a poder disfrutar del capullo dentro. El dolor era muy superior a las ganas y desistimos por miedo a que me desgarrara.

En compensación Carlos me dijo que me tumbara yo boca arriba y me penetró el culo. Nuestro invitado puso las rodillas junto a mi cabeza y se inclinó hacia delante hasta llegar a comerme el coño, mientras yo tenía uno de sus huevos en la boca y dos dedos en su culo.

Carlos me la metía hasta los huevos y después la sacaba completamente para volver a metérmela con un golpe de caderas. Una de las veces no volvió a penetrarme y el mulato dejó de chuparme. Protesté y no recibí una respuesta de ninguno de los dos. Me zafé de entre los  muslos del mulato y me quedé de piedra. Se la estaba chupando a mi marido.

Nos propuso que Carlos le diera por el culo y yo me sentara en su cara para hacerme una comida que no iba a olvidar. Un condón, un poco de lubricante en la punta y le entró entera en el culo sin problema. Era evidente que estaba acostumbrado. Yo puse los pies debajo de sus axilas y descendí hacia su cara al tiempo que se empezaba a masturbar.

Tan pronto me metía la lengua en el culo como lo hacía en la vagina o me mordía suavemente los labios mayores y acababa con la lengua en el clítoris. Intenté retener el orgasmo todo que pude y cuando estallé me revolví sobre su cara hacia delante y hacia atrás. Fue largo e intenso, devastador. Mientras recuperaba el aliento me metió la lengua en el culo.

La presión en el esfínter era tan grande que me entraron ganas de orinar. Les avisé y Carlos me dijo que lo hiciera encima de él. Cuando mi orina empezó a resbalar por su cuerpo se corrió con tal fuerza que el primer chorro me impactó en el estómago. El segundo en el suyo y el resto resbaló por su mano pringándosela entera. Carlos se la sacó, se quitó el condón y se puso de píe delante de la cara acercándome la polla a la boca. No lo dudé un momento. Se la chupé hasta que se corrió y me tragué el semen. Sabe que me encanta.

Cuando se marchó, después de otra sesión de sexo, nos acomodamos en el sofá de casa y nos tomamos una cerveza. Me fui a la ducha y Carlos se quedó viendo la televisión hasta que salí de la ducha vestida con una camisola larga y una toalla en el pelo.

Al verme fue el quien se fue a la ducha y poco después volví al baño a secarme el pelo. Sin esperármelo, me cogió de la cintura y me metió en la ducha con él. Me arremangó la camisola hasta la cintura y me pasó una pierna por encima de su hombro. Me aupó y acomodé la otra pierna por encima del otro hombro, me apoyó la espalda en la pared y me arrancó las bragas.

Me comió como si le fuera la vida en ello hasta que tuve mi primer orgasmo. Sin retirar la cara de mi sexo me dijo que me orinara y me dejé ir, notando como el líquido resbalaba por mis piernas y su cuerpo. Al acabar me bajó al suelo y me dijo que pusiera el culo en posición para metérmela por detrás. Me untó gel con un dedo y me penetró mientras tiraba de mis brazos hacia él.

Me estaba follando por el culo como un animal y para mi era el delirio. Cuando empecé a correrme de nuevo, sentí su semen ascendiendo en mi interior. Me retiré y se la chupé hasta que no le quedó una sola gota dentro.

Me lavó y se lavó él. Al salir de la ducha me ayudó a secarme el pelo, después me cogió en brazos y me llevó a la cama, ambos desnudos. Al acostarnos puse mi rodilla encima de su sexo y nos quedamos dormidos.

Dos semanas más tarde volvimos a contratar al mulato.     


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