Estaba devorando una carne en muy mal estado y como me encontraba cerca del cementerio, lugar perfecto para ello….fallecí.
Acababa de morirme y tal y como me indicaron fui directo a la luz. Dicha luz era proyectada por un gran letrero con las palabras «Bienvenidos al Purgatorio». A la entrada, repartiendo trípticos informativos, estaba la que llamaban «la santa» por su halo brillante. Se trataba de Mme.Curie y su halo se debía a la inmensa radiación a la que había sometido a su organismo en vida.
A pesar de que estaba prohibido fumar, Humphrey Bogart lo hacía apoyado en un piano mientras decía «Tócala otra vez, Ludwig». Por su parte, Ludwig van Beethoven, haciéndose el sordo, tocaba lo que le daba la gana.
En una esquina, estaban separados de todos los demás, por pelmazos, los filósofos. Debatían si habría vida después de la muerte; obviamente estaban en el Limbo…Nerón, otro pelma con su lira, mantenía que no debía ir al infierno porque los incendios se podían contemplar e incluso provocar, pero uno no debía ser achicharrado en ellos. Reconocí a Hitler quien me contó que, ya que se había librado del de Nuremberg, pensaba librarse de este juicio también. Stalin, que estaba a su lado, amenazó puño en alto con deportar a Siberia a los componentes del jurado que allí, por lo menos, se estaba fresquito. Posteriormente, vi al gran Miguel Angel haciendo un estudio anatómico de lo más pormenorizado a Nureyev para, según decía, una escultura de tamaño natural…
Durante la espera he decidido repasar mi francés con Juana de Arco, aunque tenga que soportar el fuerte tufo a chamuscado que todavía expele….
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