Era aquella una familia normal, de ascendencia latina, que vivía en Londres, Inglaterra. A ellos les encantaba estar en su casa, disfrutando cada quien de sus pasatiempos preferidos, los papás trabajaban, y al concluir su jornada, inmediatamente regresaban a su casa para estar en familia, tenían tres hijos adolescentes, cada uno de los cuales tenía su hobby, sus gustos, sus ilusiones y sus retos, y sobre todo estos últimos se los tomaban muy a pecho, siempre tratando de hacerlo de la mejor manera, los padres se habían convertido en sus críticos, analistas y motivadores de las actividades extra escolares de sus hijos.
El hijo mayor de nombre Lorenzo era apasionado del piano, pareciera que nació para eso, desde los 5 años no había dejado de tocarlo cada día por varias horas, sus padres le contrataron una maestra que lo enseñaba eso de la lectura de las partituras y el movimiento adecuado de las manos, a pesar de ser todavía pequeñas en un principio, tenía ya las manos más grandes, y se había convertido en un pianista excelente. Para comodidad de todos, le compraron un teclado eléctrico para que con audífonos estuviera tocando y solamente él se oyera, y cada quien pudiera seguir en sus cosas.
Un sábado en la mañana, la mamá y Lorenzo tenían boletos para el concierto de la Sinfónica de Londres, que tocaría en la ciudad de Liverpool, un concierto de canciones de los Beatles, aquello prometía ser un gran concierto. Tenían todo planeado, salir de Londres en tren y regresar al día siguiente igualmente por tren, fueron a la estación con tiempo de reserva para que no se les pasara, ambos estaban emocionados, al ir caminando por la estación de trenes de Londres, descubrieron que había un piano muy bonito color negro en uno de los vestíbulos, algo inusual, tenía una placa en que se indicaba que había sido donado por un artista muy reconocido de Inglaterra, un tal Elton John. Observaron un momento el piano como si fuera una reliquia y de pronto se le paró a un lado un supervisor de la estación, con voz amable les dice: lo pueden tocar si saben hacerlo, el muchacho sin dudar, se sentó en el banquillo y comenzó a tocar unos acordes de una melodía clásica que se acordaba, varios transeúntes que estaban de paso lo volteaban a ver al oírlo, les llamaba la atención lo bien que se oía el piano en manos de ese joven, después de unos minutos, se juntaron varias personas a escucharlo tocar. Cuando termino la canción, se le acercó un señor con cara sonriente y le dijo a Lorenzo al oído, que si podía tocar la canción de Rapsodia Bohemia del Grupo Queen, él se acomodó en el banquillo y le dijo con la cabeza que sí. Empezó a tocarla, es una canción la verdad muy difícil que tiene varios cambios de ritmo, pero el joven con mucha destreza y de memoria, iba tocándola de tal manera que se podía apreciar el talento que tenía, la gente que caminaba por el vestíbulo, a pesar que iban de paso se le fue juntando más y más peatones, se detenían a admirar la manera en como tocaba esta canción tan conocida. Algunos sacaban su celular para guardar este momento con sus cámaras, era una grata sorpresa encontrarse con alguien que pueda interpretar tan hermosa música en una estación de tren. Al terminar la canción, la gente le aplaudía y le pedían que tocara otra, pero su madre señalando el reloj de su muñeca, les hacía ver que tenían que irse para subir a su tren porque los podía dejar, solo agradecieron con una reverencia y poniendo las manos cruzadas en el pecho. Salieron disparados para alcanzar su tren, la canción dura mucho tiempo le comentaba Lorenzo a su mamá.
Ese mismo día en la tarde, el hijo menor de nombre Santiago y su papá se fueron a la ciudad vecina de Oxford, en su automóvil, asistirían a un torneo regional de armado del cubo rubik 3x3. En el trayecto, Santiago se frotaba las manos en el pantalón, su papá al verlo, le pregunta: ¿estás nervioso, por eso te sudan las manos? Contesta el niño: si, la verdad. El papá le da una palmada en el hombro y le dice, no te preocupes tu hazlo de manera natural, ponte la gorra lo más bajo que puedas, pon tu mente en blanco y no pienses en lo que vayan a decir los demás, solo concéntrate y en lo que vas a hacer, has practicado mucho, no tienes nada que perder, esto es una diversión, finalmente nos andamos paseando. Al llegar al hotel en donde se celebraba el torneo, había muchos competidores, casi todos jóvenes, había una manta con la fotografía del campeón mundial en donde decía que era de Nueva Zelanda y que había logrado la solución en 4.221 segundos.
Empezó la competencia, pasaban de 5 en 5 los participantes a una mesa con un reloj electrónico y al cubo lo tapaban con un cilindro de plástico, esto para no tener ninguna ventaja al arrancar. Cuando fue el turno de Santiago lo hizo muy bien y alcanzó a pasar a la siguiente ronda, así siguió hasta llegar la cuarta ronda, pero al mover tan rápido el cubo para armarlo se le resbaló, por lo mismo de las manos sudabas y perdió. Se fue con su papá para decirle que había sido descalificado porque se le había caído el cubo, el papá le dijo no te preocupes, pero que te sirva de experiencia que tienes que traer una toallita para secar tus manos antes de competir. El niño preguntó ¿Sera que perdí porque soy el más pequeño de tus hijos? No tiene nada que ver, le contesta el papá. Se quedaron un tiempo más en el torneo para saber quién ganaba y se regresaron a su casa.
El otro hijo de nombre Rafael, se había quedado en casa para competir en línea, en un juego de Xbox Mount & Blade II: Bannerlord, esto de los videojuegos le encantaba y era su hobby, el control del juego a pesar que tenía muchos botones, los manejaba con mucha destreza. Después de 6 horas de competencia Rafael salió ganador del torneo y se hizo acreedor a un premio de 5,000 libras, al saber que había ganado, se comunicó inmediatamente con su papá para darle la noticia. Al marcarle al celular, estaba eufórico de la emoción, le dijo a su papá -gané el torneo, me van a dar un premio de 5000 libras- gritaba, el papá le contesta -que bueno hijito, y te felicito-, Rafael le dice en forma de reproche -ves papá, mi hobby también es bueno, no solamente los de mis hermanos-. El papá le contesta -tu mamá y yo solamente lo que dijimos fue que los videojuegos tienen mala fama y nada más, te felicito y ya vamos de regreso, nos vemos-.
La reflexión del relato es que cada quien debemos de buscar nuestros talentos independientemente de los que sean y que tratemos siempre de hacer algo más con nuestra vida, no solo estudiar o trabajar, cualquier cosa, pero desarrollarla de la mejor manera, no tanto para obtener reconocimiento de otros, sino el nuestro propio.
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