El Mar de Arena está situado en el extremo sur del continente, frente a las costas de Coowan y es inmenso. Es una de las grandes maravillas de este Mundo y uno no debería morirse sin haberlo visto al menos una vez. La primera vez que estuve frente a el sentí mi corazón encogerse de emoción y terror ante semejante espectáculo de los dioses. Los vientos aullaban salvajes y empujaban olas gigantescas que rompían contra los acantilados de coral con inusitada violencia. Era como un enorme ser vivo, salvaje y desatado. No entendía que fuerza misteriosa empujaba a los piratas rurhmari a aventurar sus pequeños barcos en aquellas dunas ciclópeas, barcos que se levantaban hacia el cielo desafiantes, montando a la bestia de arena que luego descargaba su fuerza incontenible contra la superficie embravecida en un baile que nunca terminaba. Muchos barcos eran engullidos, pero la mayoría conseguía llegar a puerto. Y así había sido desde siempre. Yo, en la costa, protegía mi cara con el sareb, que cubría gran parte de mi rostro y sentía el dolor punzante de los granos de arena que volaban a mí alrededor y chocaban contra mi cara y mi cuerpo. Las tormentas en el Mar de Arena eran fabulosas y temibles. Se originaban en el centro del propio de Mar, en lo que se conocía como el Ojo. Un terrible torbellino que todo lo engullía. Muchos barcos del imperio, destructores y carracas habían desaparecido en el centro del remolino, porque sus capitanes se habían confiado demasiado. Y a pesar de todo el Mar de Arena seguía siendo la ruta comercial más corta, y por ello más transitada, entre el estuario de Drengist y los países del Sureste.
Lo que nadie sabía es qué había más allá del Gran Ojo. Nadie había conseguido nunca sortear el colosal remolino, donde las tormentas se batían con mayor fiereza. Tal vez al otro lado hubiera otro continente , habitado por otras gentes que también intentaron cruzar y fueron devorados por el remolino. Eso solo lo sabe Juin, nuestro señor que todo lo ve.
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