Desde bien pequeña sentía un profundo amor por la Naturaleza. Sus juguetes más preciados eran los animales de peluche que poblaban su cuarto. El mejor regalo que se le podía hacer consistía en una escapada al monte. No había perro ni gato abandonado que no se llevara a casa para enfado de sus padres.
Acababa de cumplir los treinta y cinco. Vivía en un pueblo del Pirineo aragonés y era guía de montaña. Su gusto por el entorno natural no había disminuido un ápice, muy al contrario, ella había pasado a ser parte de él. Tenía tres perros y dos gatos. No comía carne ni pescado alguno. Conocía las plantas y sus propiedades de forma infalible.
Fue contratada por un famoso hombre de negocios que deseaba conocer un determinado valle.
El día fijado se reunieron a primera hora en una caseta desde donde partieron para iniciar la excursión. Mientras caminaban, él le hablaba de sus negocios y proyectos. Entonces ella se enteró. Llevaba en mente construir un enorme complejo hotelero no muy lejos de allí. Pistas de tenis, spa, casino y una gran oferta de caza y pesca. Conforme el constructor describía su plan, la indignación de ella iba en aumento. Cuando la guía estaba dispuesta a contestarle con ira, resbaló y quedó suspendida en el vacio agarrada a unas raíces. El ofreció su mano a la que ella se aferró. Se miraron a los ojos mientras la mano se iba resbalando dentro del guante. Al final, cayó por el precipicio hasta quedar tendida sobre una piedra. No se movía. Debía estar muerta.
Con todo aplomo, él desanduvo el camino y se dirigió a su coche que estaba junto a la caseta. Al lado del utilitario de ella, eléctrico por supuesto, su espectacular Mercedes. Dentro descansaba una cesta de manzanas en el asiento del copiloto. Era el sempiterno regalo de bienvenida de la guía a todos sus clientes.
?Debo ir a dar parte a la Guardia Civil. Ha sido un accidente, se repetía tratando de convencerse. Pero no lo hizo…
Mientras conducía tuvo que dar un giro muy brusco para esquivar unas piedras que había en la carretera. Era incapaz de dominar el coche. Cuando quiso parar, no pudo pisar el pedal. Una manzana se había colocado justo debajo del freno.
Ironías del destino. Una fruta provocó el choque mortal vengando el asesinato frustrado de un precioso paisaje.
Tras unas semanas, la guía se recuperó del accidente rescatada por un helicóptero de la Guardia Civil.
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