GRAN AVANCE

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OS DEJO UN FRAGMENTO DEL BORRADOR

Hace unos 150 años, en un planeta muy lejano a la Tierra, a unos 117 años luz aproximadamente todo era distinto. Los yad no tenían que huir de los badar, habían llegado a un punto de consenso entre ambas razas.
Vivían sin amenazas, todo prosperaba de una forma pacífica después del tratado de Tritum.
Los badar eran una especie más avanzada tecnológicamente. Habían tenido la oportunidad de avanzar en su desarrollo durante más tiempo que los yad. Dominaban la generación de energía en el sistema estelar, eran capaces de viajar a lugares cada vez más lejanos en la galaxia. Podían viajar más rápido que la velocidad de la luz. Su tecnología era tal que eran capaces de doblar el espacio-tiempo para poder llegar más rápido a cualquier punto. Habían llegado al desarrollo de motores de curvatura. Como sociedad gozaban de una gran estabilidad. 
Sólo había una cosa que les faltaba y que tenían como objetivo: el teletransporte. Sabían que era posible. Todas las leyes físicas que habían desarrollado implicaban que se podía rasgar el espacio tiempo para poder llegar a cualquier punto del universo sin necesidad de desplazarse hasta ahí. Se llamaba el principio de conexión espacio temporal universal. Todo el universo estaba conectado, entrelazado. Sólamente había que encontrar el modo de aprovecharlo. Una especie que alcanzase el teletransporte dominaría el universo. Podría tener todo el material, recursos, de forma ilimitada. Todo el universo estaría a su alcance.
En cambio los yad no habían tenido tanto tiempo de desarrollo. Sí en comparación con los humanos, en ese caso el grado de desarrollo en todos los ámbitos era infinitamente superior. Pero si les comparábamos con los badar estaban algo por debajo. Eran capaces de explotar todos los recursos de su planeta Dasidi, sí. Eran capaces de explotar parte de la energía estelar de su sistema, sí. Pero no eran capaces de desplazarse a puntos lejanos de la galaxia en un tiempo eficiente como sí lo hacían los badar. 
Estaban en el mismo sistema estelar, Bleim. Constaba de tres estrellas y cinco planetas.

Era un día cualquiera en Gleis, hace unos 150 años. Durante el primer equinoccio con la estrella más grande de Bleim, Stela, el calor era considerable. Los habitantes yad del planeta trataban de estar ocultos en sus edificios evitando la exposición a la gran radiación que azotaba la atmósfera todos los años durante esa época. Era una semana donde la mayoría de los yad se resguardaban ante el daño de Stela y los que salían al exterior salían protegidos y asumiendo los riesgos que eso suponía. 
—Pásame el soplador, ¡vamos! ¡Que se me enfría!
Una yad, aprovechaba el equinoccio con Stela para trastear en su garaje. Ahí tenía muchos artilugios. Además de su aeronave ahí aparcada tenía un montón de cosas. 
—Gracias Lilith.
El robot le dio el soplete que había pedido. La yad lo tomó, apuntó rápidamente a un arco metálico que estaba tratando sobre una mesa. Un gran chorro láser salió impulsado de soplador para impactar contra ese arco. 
Lilith era un robot pequeño, de aspecto yad pero blanco y sin los tentáculos en la cabeza que les caracterizaban. Tenía un aspecto que generaba cierta ternura, quizás porque parecía tener un aspecto muy simple y pequeño. Sus grandes lentes simulaban dos ojos de una forma muy peculiar. Eran azules y grandes.
—Bien, ahora pásame el bote de ridium.
Lilith tomó un frasco que había sobre un estante enfrente y se lo llevó.
—¡Este está vacío! Tráeme el que aún tiene.
—Pido disculpas, Celeste. No concebí que estaba vacío.
Lilith le pasó otro frasco, esta vez con contenido. 
Celeste ya había gastado el otro frasco en otros experimentos fallidos el día anterior. Llevaba ya casi dos años haciendo esa clase de experimentos. Llevaba muchas horas investigando y trasteando con el ridium que conseguía en el mercado. Nadie sabía qué estaba buscando con tanto esmero. Todo eso le había costado aislarse de su familia y sus amigos. Siempre que tenía un hueco lo dedicaba a estar en el garaje con todo aquello. La habían tildado de loca y de solitaria.
—¡Ya lo tengo!
—Eso mismo dijiste las 46253 veces anteriores, Celeste—dijo el robot en tono burlón.
—¡Cállate o te devuelvo a la versión anterior de tu sistema operativo chatarra!
Lilith agachó la cabeza metálica que tenía. Aunque lo había dicho de broma no le agradaba pensar en la versión anterior. Había provocado mucho dolor en su cerebro debido a un error de programación. Por suerte ya no pasaba eso con la versión siguiente.
—Ahora pásame el frasco donde tengo el chelicerato.
Se hizo una pausa.
—Espera, pásame una srab. Voy a tomare un trago antes de este intento.
Lilith obedeció como buen robot que era y le dio ambas cosas. Se tomó la srab de un trago, tomó un respiro y cogió el frasco.
Extrajo una especie de insecto con muchas piernas del frasco. Era muy parecido a una escalopendra en la Tierra. Lo cogió con dos dedos y lo puso en la mesa, justo debajo del arco. Seguidamente cerró el frasco del que lo había extraído.
—Lilith, toma, ponlo en la cruz que tengo marcada en el suelo ahí.
Celeste señaló un punto cerca del rincón a la derecha de su aeronave. Ahí lo posó Lilith sin preguntar.
—Allá vamos.
La yad miró el contenedor que tenía al lado de la mesa, pudo observar la numerosa cantidad de arcos parecidos al que tenía en sus manos destrozados tras otros experimentos fallidos. Tragó saliva. Pulsó el botón sobre el arco. No sucedió nada.
—Otro más fallido…
Celeste agachó la cabeza y se levantó de la silla. Agotada, frustrada y cansada de tener siempre resultados negativos. 
—Al menos esta vez no ha explotado nada, mira el lado bueno—Lilith volvió con el tono burlón.
—Cuando termine esto te pienso formatear.
—Mientras no me hagas explotar como con tus experimentos…
—¡Has acabado con mi paciencia!
Celeste comenzó a perseguir a Lilith por todo el garaje. El robot corría como podía. Tiraron un montón  de cosas en esa persecución. Por fin Celeste atrapó a Lilith.
—Verás ahora qué bien te vas a burlar de mí. Jamás volverás a burlarte de mis experimentos fallidos si te los borro de la memoria.
Buuuuuum. Una fuerte explosión sonó a sus espaldas. Le hizo soltar a Lilith y girarse. Momento que aprovechó el robot para volver a escapar.
—Ya era raro que no hubiera explotado antes.
—Te mato, esta vez no te borro la memoria. Voy a venderte en el mercado de chatarra.
Comenzaron a correr de nuevo alrededor de la estancia. Esta vez le fue imposible dar con Lilith, no conseguía ver la oportunidad de abalanzarse sobre ella. Seguían corriendo. Estuvieron así durante unos minutos más hasta que Celeste no pudo más. Necesitaba respirar, se sentó en el suelo justo al lado del frasco que había puesto sobre la cruz. Inspiró u espiró grandes bocanadas de aire. Pasaron tres minutos hasta que se tranquilizó un poco. Comenzó a percatarse de que estaban sonando unos golpecitos sobre un cristal. No le dio importancia al principio, pero al ver que no cesaban los golpes buscó su origen. Era el frasco que tenía al lado. <>, pensó. Lo cogió y lo abrió. 
No lo podía creer.
No.
No podía ser cierto.
Dentro estaba el chelicerato que había puesto bajo el arco unos minutos antes.
Lilith se hallaba observando a una distancia prudencial asombrada también.
—¡He conseguido el teletransporte!


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