AKIKO, PEQUEÑA Y GRANDE AL MISMO TIEMPO (1/3)

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Era viernes y tenía que asistir a una cena de gala en la embajada de Japón. Tenía que acompañar a Jenny mi jefa, a falta de otro tonto, agregada cultural canadiense en España. Evidentemente la asistencia era de smoking y la embajada se ocupó de alquilarme todo lo necesario.

A la hora acordada me recogió en mi casa con el coche oficial conducido por el chofer. Al llegar entramos hasta la escalera que daba acceso a un casoplón inmenso donde nos recibieron con todo tipo de inclinaciones al estilo japones. Era patente que a nadie se le escapaba que la importante era Jenny y yo un mero acompañante. Todos los diplomáticos allí presentes la saludaron efusivamente y cuando me presentaba a alguien, tan solo alargaba la mano por cortesía y cierta desgana.

Las indicaciones que recibí fueron que no me separara de ella hasta que todo el mundo nos viera juntos y supieran que había llegado acompañada por un tipo guapo y nos sentáramos juntos en la mesa para la cena. Una vez acabada me podía perder en la fiesta, incluso marcharme si quería.

La cena transcurrió más animada de lo que esperaba y la verdad es que cené de puta madre. Al acabar pasamos a un salón inmenso donde ya sonaba un vals interpretado por una orquesta compuesta por una docena de músicos. Inmediatamente Jenny me cogió de la mano y me dijo que la sacara a bailar, conocedora de mi afición a los bailes de salón y mi maestría en esas lides. Causamos sensación y fuimos el centro de atención.

Cuando consideró que ya nos habíamos hecho suficientemente visibles, me dijo que a partir de ese momento tenía que trabajar con distintas personalidades diplomáticas y que la dejara sola. Me fui a la mesa de las bebidas y cogí una copa de champagne con la intención de bebérmela y marcharme.

Al volverme me encontré con una chica oriental delante de mí y me pidió bailar conmigo el siguiente vals. Iba vestida al modo occidental con un vestido corto y un escote de vértigo en forma de “V” que le dejaba al descubierto un palmo por debajo de los pechos. Era delgada y muy bajita, a pesar de ir subida en unos zapatos de salón con un tacón de vértigo, le sacaba más de la cabeza.

Bailaba bien y se dejaba llevar perfectamente, lo que nos permitió deslizarnos por todo el salón esquivando a las parejas que bailaban a nuestro alrededor. Tanta destreza llamó la atención de los asistentes y al acabar la primera pieza nos aplaudieron. Jenny se acercó y me dijo que no volviera a hacerme notar de aquella manera con otra mujer. Me cortó el rollo.

La chica me dijo que se llamaba Akiko, era familia del embajador japones y trabajaba allí porque había estudiado la carrera diplomática en su país. Se cogió de mi brazo y me llevó a por un par de copas de champagne para después invitarme a salir del salón y salimos al jardín de la residencia. Una vez fuera me cogió de la mano y tiró de mí hacia un lateral.

Llegamos a una esquina donde había una mesa de piedra y dejó su copa encima, me cogió la mía e hizo lo propio. Se abrazó a mí restregando su pequeño cuerpo contra el mío y poniéndome la polla morcillona. Me cogió del cuello para que me agachara y me plantó un beso en los morros presionando con la lengua para que la dejara entrar. Besaba de maravilla y nos alternamos metiéndonos la lengua en la boca del otro.

Animado y convencido de que aquello iba a llegar hasta el final, metí la mano por el escote y le acaricié un pecho. No era muy grande pero el pezón estaba completamente duro y no tuve problema para encajarlo entre los dedos y presionarlo. Su mano fue directamente a mi bragueta y presionó la polla.

Me agaché lo suficiente para meterle la mano por debajo de la falda y retiré las bragas a un lado. Cuando toqué la piel del sexo estaba caliente y mojada. Me pidió que esperara y se levantó el vestido para bajarse las bragas hasta sacárselas por los pies y me las metió en un bolsillo del pantalón. Se pasó la mano por el coño para mojársela y se la pasó por el culo, repitiendo un par de veces la operación hasta que pudo meterse un par de dedos. Me pidió que le metiera dos dedos por delante y otros dos por detrás y que la alzase lo suficiente para chuparla las tetas, para ello se retiró el vestido a un lado y dejó un pecho al aire.

La penetré con facilidad, tanto por delante como por detrás. La aupé hasta poder meterme el pezón en la boca y le presioné el clítoris con la palma de la mano. Una vez en volandas empezó a moverse como una culebra para estimularse. Con tanta agitación a veces perdía el pezón y decidí sujetarlo con los dientes. Echó el cuerpo hacia atrás y lo mordí para que no se me escapara.

Tuvo que morderse los labios para no gritar cuando alcanzó el primer orgasmo. Me pidió que la subiera a la mesa y se tumbó subiéndose el vestido hasta la cintura y con las piernas colgando. Me dijo que esta vez le mordiera el pezón con saña y mientras le metiera en el coño todos los dedos que pudiera.

Me pareció increíble que entraran cuatro dedos en un cuerpo tan pequeño mientras con el pulgar le estrujaba el clítoris y le mordía los pezones alternativamente, estirando hacia arriba con los dientes. Al correrse de nuevo gritó como un animal herido y soltó tal cantidad de flujo que me empapó la mano. Se incorporo y la ayudé a bajar al suelo, sacó un pañuelo de su bolsito y me limpió la mano, luego se limpió ella el chocho.

Se inclinó hacia delante y me sacó la polla. Se la metió en la boca hasta presionarse la garganta y poco a poco la traspaso. Aguantaba lo posible sin respirar, se la sacaba para tomar aire y volvía a metérsela. Cuando le dije que me iba a correr empezó a pasarme la lengua alrededor del capullo al tiempo que me la agitaba arriba y abajo presionándola hasta casi hacerme daño. Cuando acabé de correrme siguió chupando hasta que me dejó seco.


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