AKIKO, PEQUEÑA Y GRANDE AL MISMO TIEMPO (2/3)

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Nos recompusimos la ropa, nos acabamos las copas y entramos en el salón. Acercándose a mi oído me preguntó si quería pasar la noche con ella para deleitarme con prácticas de su cultura y prometiéndome que me iba a sorprender. Tan solo asentí porque no fui capaz de articular palabra. Me dijo que a las dos nos veíamos de nuevo justo donde estábamos en ese momento. Ella se retiraba a preparar lo necesario para sorprenderme.

Me quedé como un pasmarote allí solo y de pie. Me tomé otra copa para pasar el desconcierto y miré el reloj, faltaba más de una hora para la nueva cita. Busqué un servicio para asearme un poco y al salir me encontré con Jenny que me estaba buscando. Nada más verme me miró interrogadoramente y sin ningún preámbulo me dijo que yo acababa de follar, se me notaba descaradamente en la cara.

Me dijo que nos íbamos y respondí que prefería quedarme un rato más sino la importaba. Me miró con una sonrisa pícara y me dijo que la llamara por teléfono si necesita algo, aunque esperaba que no me metiera en ningún conflicto diplomático. Ya se marchaba cuando se giró y me dijo que me buscara la vida para volver a casa cuando acabara lo que tuviera previsto hacer. Sea lo que sea y con quien sea, apostilló.

Faltaba casi una hora para que dieran la dos. No quise beber nada de alcohol para no mermar mis facultades físicas en la prometedora cita. Me conformé con tomar un par de tónicas y me acerqué a un grupo de gente que parecían tener una conversación animada. Me pegué al grupo y se me paso el tiempo volando, tanto que no me acordé de mirar el reloj hasta que alguien dijo que era tarde y se retiraba. Eran las dos menos cinco.

Me despedí y según me acercaba a donde habíamos quedado en reunirnos la vi venir con una copa en la mano. Dejó la copa en una mesa y me dijo que la siguiera discretamente, se giró y al empezar a andar me fije en su culo, solo la idea de que me lo iba a comer en breve hizo que empezara a empalmarme.

Entramos en un ascensor y subimos dos pisos. Me daba la espalda y la agarré el culo con ambas manos, giró la cabeza y me dijo que no tuviera tanta prisa porque teníamos toda la noche, al tiempo que me ofrecía los labios para que la besara.

Nada más entrar en la habitación a la que nos dirigimos cerró la puerta y puso el cerrojo. Estaba decorada como si estuviéramos en el antiguo Japón y no faltaba ni el incensario encendido despidiendo un suave olor a jazmín, poco agradable para mi gusto.

Junto a la cama, de dimensiones excepcionales, había un colchón hinchable y una mesa con varios recipientes y una colección de juguetes sexuales bastante amplia. Se sacó el vestido por la cabeza y quedó completamente desnuda. En ese momento recordé que sus bragas las tenía yo en el bolsillo del pantalón. Las saqué y me las metí en la boca ante la sonrisa de ella.

Se puso delante de mí y empezó a desnudarme. Sin tacones era realmente pequeña, me llegaba a la altura de pecho. Nada más quitarme el slip me agarró la polla y tiro de mi hasta el baño. Abrió el grifo del agua caliente de la ducha y nos metimos debajo del agua, pero antes se recogió el pelo en un moño para no mojárselo. Enjabonó una esponja natural y me lavó el cuerpo sin dejar un solo resquicio.

Aclaró la esponja y me la ofreció. Le puso gel de nuevo y se la pasé por los pechos, aplastándolos. Descendí por el vientre y al llegar al pubis abrió las piernas para darme acceso. Se la pasé por el culo y aproveché para meterle un dedo. Ascendí por la espalda y acabé en el cuello.

Cerré el grifo y dejé caer la esponja al suelo. Le pasé la lengua por la nuca, después por el cuello y finalmente le chupé la oreja, ella mientras se acariciaba los pechos. Descendí con la lengua por la espalda hasta llegar a los glúteos, los separé y pasé la lengua por la entrada trasera. Sin perder el contacto de la lengua en ningún momento, la fui girando hasta que pude besarla el clítoris.

Me cogió la cabeza con las manos y la aplastó contra su sexo. La hice retroceder hasta que tomó contacto con la pared y pasándome una de sus piernas por encima del hombro, empecé a levantarla hasta que quedé de pie. Le pasé la otra pierna por el otro hombro y el coño quedó pegado a mi lengua. Con la espalda apoyada en la pared y los brazos rodeándome la cabeza la hice una comida de coño que la llevó dos veces al orgasmo, inundándome la boca con sus fluidos.

La deslicé por mi cuerpo hasta dejarla de pies en el suelo, no sin antes morderle los pezones cuando los tuve a tiro. Salió de la ducha y me ofreció una banqueta para que me sentase, cogió una toalla y me secó, después me mantuve sentado mientras se secaba ella. Me cogió de la mano y volvimos a la habitación.


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