En efecto, aquel brillante y desenvuelto compañero de juerga de Ramón se había convertido en un triste hombre fondón con una mortecina expresión en sus ojos que denotaban el vacío anímico en el que se hallaba inmerso. Pero lo peor de todo era su desgarbado aspecto, y sus uñas sucias. El caso era que Renato por debajo de su ya lejana aparente gallardía escondía un espíritu hueco, sórdido, carente de vitalidad y de amor propio que enseguida le hacía perder interés por cualquier actividad que pudiese emprender. Esta era la razón por la que las mujeres que en un pincipio se habían acercado a él no habían dudado en apartarse de su lado. De manera que en su día Renato dejó colgados los estudios y había entrado a trabajar en una empresa de cajas de cartón; mas como era un tipo sin ninguna clase de iniciativa; era un holgazán y estaba dominado por una abominable apatía que exasperaba a cualquiera, y sólo aspiraba a cobrar un sueldo con un mínimo esfuerzo, en una reducción de personal que hubo en la fábrica él fue de los prmeros en caer.
En aquellos momentos Renato García vivía de una módica prestación de la Seguridad Social por haber cotizado los años reglamentarios y se limitaba a vegetar; a apoltronarse en un sillón mirando los programas de la televisión sin ningún estímulo en su mísera existencia.
- ¡Renato...! Cuánto me alegra de verte... - le saludó muy forzadamente Ramón.
- Síii... Yo tambiééén. me alegrooo... - respondió el otro arrastrando las palabras.
A Ramón le ofrecieron una cerveza, pero a éste al ver la decadencia de su antguo amigo se sentía incómodo, cohibido y no acertaba a entablar un fluido diálogo con él como hubiese deseado.
- ¿Recuerdas cuando tocabas la guitarra y todas las chicas iban detrás de ti? - dijo al fin Ramón tratando de romper el hielo que nunca terminaba de fundirse debido a la mediocridad de su anfitrión.
- Sí... Claro que me acuerdoooo...Eran unas tontas.
- ¡Hombre, no digas éso! A ellas les gustaba cómo tocabas.
Ramón al percatarse de que su viejo amigo no le preguntaba nada acerca de su vida, se atrevió a contarle gratuitamente algunos hechos, algunos detalles de la misma, aunque como era de esperar no obtuvo ningun comentario; ninguna correspondencia por su parte.
Al fin, Ramón Basas sintiéndose muy decepcionado de la fría reacción de aquel sujeto, y con el ánimo encogido, decidió salir de aquella vivienda cuanto antes.
Mientras regresaba a su domicilio no dejaba de repetirse una y otra vez:
" NO MIRES ATRÁS, CHICO, NO MIRES ATRÁS, porque las cosas de un pasado ya no son como las viviste y no te pueden gustar.
FRANCESC MIRALLES
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