A veces es mejor no sentir

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Estoy protegido detrás de una coraza que ha construido el propio sistema educativo. No me considero un alumno modelo ni mucho menos. Aunque he sido llamado aburrido en ocasiones. No tengo casi amigos que considere como tal. Desconfío de la gente y la verdad no puedo creer en la palabra de los demás.

 

He sido bendecido por personas especiales que me han dado tanto. Y yo he dado tan poco a esas personas. Es una desgracia sólo recibir y no dar nada a cambio. El vacío que uno siente no se puede expresar con palabras. Es un sentir de desasosiego que carcome por dentro. Que solo sale al perlar el rostro de lágrimas. No se trata de que sea frío, sino que debo aparentar serlo en un mundo en donde los sentimientos no sirven de mucho. Donde no siempre los buenos ganan como en las películas. Por eso no me gustan las versiones edulcoradas de Disney. La vida es realmente complicada y dura.

Sólo se tienen unos pocos amigos realmente genuino. Por ahora considero que solo tengo uno. Y de resto se tiene a la familia. A la que hay que cuidar con unas y dientes de ser necesario. La vida se parece más a la película del Padrino, solo que sin la parte mafiosa y de asesinatos brutales. Pero sí hay asesinatos en otros terrenos, no físicos sino psicológicos.

Obtienes lo que no pides. Y no sabes agradecerlo. Así es la vida. Es muy ingrato y con un sabor amargo. Hay que procurar ser lo más amables posibles para no hacer este mundo un lugar peor. Y sé que se entiende lo que quiero decir con esto. Porque todos hemos herido a alguien en momentos en los que no deberíamos. Todos hemos dicho cosas de las cuales luego nos arrepentimos. Somos criaturas crueles e insensibles muchas veces.

Bajaba tranquilamente las escaleras para entrar al metro. Noto que un señor baja de forma un poco extraña. Le paso a un lado. Cuando estoy como a nueve escalones, más o menos de distancia, escucho un ruido seco. Volteo y el viejo estaba en el piso. No había rodado por las escaleras al menos. Regreso para ver qué le pasó. En ese momento no sé qué hacer. No sé lo suficiente de primeros auxilios.

Otra persona se da cuenta y va a buscar al personal del metro para que acuda a ayudar. Yo debo esperar y quedarme a su lado. Tan solo puedo presenciar a otro extraño que quizás se está muriendo frente a mí y no puedo hacer nada para evitarlo. Ni siquiera sé si se murió. Espero que no, pero nunca lo sabré. Una muchacha regresa con unos guantes de látex para prestar su apoyo. Ya me puedo ir. Espero que haya podido hacer algo.

Y sino pues tendrá que ir al cementerio o a que lo cremen. Y algún joven nieto tendrá que pasar por la experiencia de ver a su abuelo muerto. Y seguramente se lamentará de haberlo insultado o de no haber pasado más tiempo con él. Y seguramente también pensará en buitres cuando vea que los personajes encargados de llevarse el féretro esperan en la parte de atrás de un carro funerario. Esperando porque el cuerpo desocupe el ataúd para poder ser usado por otra persona. O mejor dicho, expersona. Porque ahora es nada, ya no existe. Tan sólo permanece en los recuerdos de otros.


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