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La dama se elevó por encima del jardín dejando abajo rosas y azaleas, también a la derecha en la pérgola, se perdían de vista las lavandas, los geranios y el jazmín que se enredaba en las columnas de basalto.
Las cintas y los pliegues de su vestido ondulaban a favor de la brisa, también su pelo, rubio y dorado seguía la misma dirección.
La veía todas las mañanas en aquél entorno rodeado de montañas, con bosques de castaños deslizándose ladera abajo.
Sauces llorones en la ribera de lagos pacíficos, desfilaban allá abajo desde la mirada de la dama.
Todas las mañanas veía la escena pintada en la taza de mi café con leche.
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