Risas

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Enviado el , clasificado en Drama
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Pero que la mujer no sufra, que no muera.

¿Cómo que no muera?

Pues eso, que no muera. Déjala vivir. Que recuerde un par de segundos. Imágenes fugaces. Atropelladas. Pero que viva, ¿entendido?

Como quieras.

Y con el hombre igual.

Pero el hombre no querrá vivir. Suplicará morir.

Lo sé.

Después de lo que va a pasar.

Que lo sé. Pero los dos seguirán con vida.

Como quieras.

Tú serás el que mueras.

Ya va siendo hora de que el escritor muera, que los personajes se salven de la nada.

¿Y si no hay nada? Me hago la pregunta y estoy cada vez más cerca de la respuesta. Estoy casi convencido que sí hay algo. Que la nada no existe. Pero los escritores no merecen conocer la respuesta.

Yo mismo terminaré contigo. Será rápido. Indoloro. ¿O prefieres sufrir un poco? ¿Experimentar de verdad algo con sentido en la que ha sido una vida insulsa y postiza? Ah, no, no quieres. Cobarde hasta el final. Sea.

Ahora ponte a escribir y crea la historia que llevas meses queriendo escribir. La historia de la mujer y del hombre que terminan bajo un puente. En la noche. En el río que es todo un océano negro. En el frío. En el cielo despejado y sin luna. Con las estrellas amontonadas y que gritan socorro. La mujer mirándolas y el hombre sentado en el frío suelo y con los pies metidos en el agua. Ya no tienen nada que decirse. Nada. Pero tú buscarás palabras, y amaneceres. Nuevos. Lo sé.

DÍA PRIMERO

Javier baja del coche y camina rápido. Comienza a llover con fuerza. De repente. Toda la calle se echa a correr. Los truenos arriba.

Es una lluvia que le hace la guerra al hombre. Cuchillas cayendo y metiéndose en el cuerpo. Por fin dentro. En la cafetería donde ha quedado. Con ella. Todos secos. Callados. Mirando hacia él. La camarera cierra la puerta.

Al fin sí. Está. Sentada y con el té. Las gafas, el pelo suelto, la blusa amarilla. Sola.

Son las 10 y vuelve a estar aquí para tocarte. Y quiere reír. Y tú quieres escuchar como habla de las ciudades que ha visitado. De los hombres que ha conocido. De las mujeres que ha amado más que a los hombres. Pero antes de conocerte. Ella todavía no sabe si llegará a amarte. Ya tú la amas. Eso sí.

-Mojado de arriba abajo.

Risas.

-No me secaré jamás.

Risas.

-Tienes que entrar en calor.

Llega la camarera. Joven, bajita. Con la cara de un ángel sin alas.

-Buenos días.

Risas.

-¿Ves? Ya empieza a salir el sol.

Pero en el exterior el día es plomizo, con un gris arrugado y viejo.

-Un café con leche, por favor. Bien caliente.

-Por supuesto.

-Y para mí otro té.

-Sí.

-No me secaré jamás. Lo vas a ver.

Risas.

 

 

 


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