LA HISTORIA DE LEANDRA 2

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- Oh, que bonito. Eres muy sensible - le agradeció Leandra halagada a su interlocutor-. ¿Y en qué consiste tu trabajo? - se interesó ella que era una mujer muy práctica.

- Para que te enteres, en mi trabajo se tiene que tener don de gentes, niña. Mira, el cliente se pone en contacto con mi empresa; ésta me manda a mí; hablo con él; redondeamos el contrato y luego va el técnico a hacer el trabajo de obra. Pero yo puedo orientar al técnico por puro sentido común puesto que yo capto enseguida la psicología del cliente. Pues los técnicos tienen muchos estudios, mucha teoría pero escasa mundología, o picardía para saber sacar más dinero al personal en beneficio de la empresa que repercute favorablemente en las comisiones que yo pueda cobrar. ¿Me eniendes? - respondió Vicente echándose hacia atrás en la silla con un aire de superioridad.

- Sí, sí.

- Si no fuera por mis consejos al cliente, la empresa no ganaría ni la mitad de lo que gana. Ya lo dice el refrán: "Con arte y engaño, se vive medio año; con engaño y arte, la otra mitad".

- Además de poeta, eres un espabilado. Eso me gusta - juzgó Leandra con admiración.

- La vida me ha hecho así.

Leandra se sintió tan fascinada del carisma de Vicente Peña que intimó con él hasta el punto que quedaron para reanudar la relación tan pronto como volvieran a su lugar de origen. En efecto, una vez que se hallaron en Barcelona aquella pareja estuvo saliendo durante unas semanas viviendo una pasional historia amorosa.

Lo malo era que a pesar de que Leandra racionalmente se declaraba ser una feminista convncida, emocionalmente estaba subyugada por la figura del "héroe" como la mayoría de las mujeres de todas las épocas según el contexo histórico en el que habían vivido. Pues el irresistible "caballero andante" más o menos evolucionado puede ocultar detrás de su reluciente armadura; es decir de su brillante apariencia sea la de un chulesco torero, la de un artista del espectáculo, o la de un ejecutivo de una multinacional un ser egoísta y carente de escrúpulos; un sujeto tóxico que haga la vida imposible a quien tiene al lado. Muchos de estos encantadores de serpientes son en realidad  tipos sin ningún fundamento y muy inseguros de sí mismos que esconden su tara anímica bajo el barniz de "perdonavidas"  pero que sin embargo conocen muy bien la psicología femenina y  saben cómo ganarse su confianza. Y es sorprendente que dado que las mujeres se cosideran tan intuitivas para conocer en el acto cualquier situación que no se percaten de la naturaleza de estos personajes.

Esto fue lo que le sucedió a la buena de Leandra. Cuando ella decidió vivir en pareja con el Relaciones Públicas, se encontró ante un hombre triste y sórdido puesto que debido a la mal comprendida confianza, aquella alegría, aquel ingenio inicial que el hombre había exhibido en el restaurante de Italia, había volado como por encanto. En otro orden resultaba que Vicente Peña  en el trabajo era un empleado conflictivo,  razón por la cual a la hora de que se le renovase el contrato lo sustituyeron por otro que fuese más ductil en su quehacer.

Vicente, que esencialmente se consideraba que era muy listo, apelando a la confianza que se suponía que Leandra le tenía la instó a que pusiera su libreta de Ahorros a nombre de los dos. Ella al principio de negó, mas luego accedió y resultó que un buen día, Vicente no regresó al lado de Leandra. Y poco después la maestra nacional  recibió la noticia del Banco  en el que hacía sus gestiones, que aquel tipo había desembolsado la mayor parte de su capital y había desaparecido del mapa.

Hay un libro didáctico cuya autora es una psicóloga mexicana, que es como una "biblia" en los centros  feministas según el cual, el lobo feroz le fascina a la Caperucita Roja simbolizada en muchas mujeres. Y como se dice que esto es un fenómeno biológico resulta que el sexo femenino se halla en un callejón sin salida; es víctima de su propia debilidad como así le sucedió a la buena de Leandra que debido a su mala experiencia con Vicente Peña, no dejó de despotricar contra los hombres.

                                                                          FRANCESC MIRALLES


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