En cierta ocasión estábamos en el pueblo tomando cervezas en la terraza del bar. Ipas, para ser más exactos, aunque a mí me gusta más la Neipa.
Bueno, pues el caso es que aparecieron por allí, unas chicas de Madrid con un androide de última generación.
Como eran de la capital venían muy vacilonas y además el androide se ponía farruco si no les reías los chistes a las chicas. Rubio, ojos azules, cachas y todo eso, ya sabes. Pero luego cuando decía algo, parecía gilipollas. En el fondo yo creo que era un androide de lo más sospechoso.
El año pasado salió al mercado el último modelo "Satisfeisión" y yo creo que ese era el modelo IV, una generación superdotada, aunque no mentalmente. Su chip central licencioso y disoluto no paraba de adular a sus dueñas.
Alguien dijo que estos droides tenían un defecto de fabricación que afectaba a la segregación de feromonas. A veces su dispositivo de almacenamiento se llenaba y expulsaba las moléculas volátiles en forma de pedos.
Debía de estar pasando algo parecido porque apestaba a feromonas, lo cual alteró el estado a más de uno.
Era como una infección y salimos pitando de allí.
Menos mal que alguien tenía unas pastillas de fero-stop, que había comprado en el Mercadona. Pero no de la marca Hacendado, que esas no funcionan, sino las de la marca "Frigidox". Así que, pedimos una Ipa y nos tragamos una cada uno.
Ufff!!!, que alivio.
Seguimos hablando, pero la terraza parecía descontrolada. Unos y otras interactuando por allí como una bacanal romana. Las de Madrid se descojonaban de la risa pegadas como lapas a su droide.
Alguien llamó al Ayuntamiento y el jefe mandó a la guardia urbana a ver qué pasaba en la puñetera terraza de la cervecería. Al poco llegaron tres efectivos con máscaras anti-gas para disolver la que se había liado en la terraza.
Daba la impresión de que iban de sobrados y, creían que las máscaras les protegerían del caos feromónico.
El droide exhalaba, exudaba y supuraba feros de todo tipo. Aquella información química que pululaba libremente por el aire, también se impregnaba en la piel. Y claro, los tres guardias se unieron a la fiesta en la terraza del bar.
Nosotros estábamos en la calle y disfrutábamos de una panorámica excepcional. Mientras tanto el jefe llamaba insistentemente a la radio del coche sin obtener respuesta. Así que al poco aparecieron los de urbanismo para levantar acta de lo que sea, el caso era joder.
Pero cuando vieron el percal, llamaron al alcalde, de sobrenombre Terminator y le contaron la movida.
Solo diré que el lunes hubo dimisiones, ceses y ostias, y que la cosa acabó muy mal para el Consistorio. Al final le echaron la culpa a los iraníes, que no se sabe porque, estaban metidos en el ajo.
Si, ya me acuerdo. Alguien les contrató para jakear los ordenadores del ayuntamiento. Le preguntaré a Mati, la conserje...
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