Era una fría y ventosa noche de Navidad. La nieve alfombraba todo lo que alcanzaba la vista.
Elisaveta, una bella y valiente madre joven, luchaba por sacar adelante a su numerosa y menuda prole.
Todos ellos vivían en medio del bosque, en una bonita cabaña hecha de troncos de madera.
Un enorme lobo rufo habitaba la montaña cercana y sus aullidos nocturnos provocaban el pavor en los niños.
Éstos, al oírlos, acudían a las faldas de Elisaveta, implorando: "Madrecita, madrecita, protégenos de los afilados colmillos del lobo rufo".
Elisaveta, sonriendo, los abrazaba y tranquilizaba: "No tengáis miedo. Mientras yo esté con vosotros esa alimaña jamás entrará en nuestra casa".
Entonces los niños, confiados, volvían a jugar alegres al calor del hogar.
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