PIEL CON PIEL

No estaba enamorada de ella, no se veía viviendo juntas en un felices para siempre, ni siquiera era su tipo de mujer, sin embargo, siempre que la pensaba, siempre que la veía, despertaba un gran deseo sexual en ella. No la amaba, pero la deseaba, ¡cuánto la deseaba!; deseaba su piel, sus labios acariciándose, boca con boca buscándose ardientemente mientras se desnudaban mutuamente.

Deseaba tenerla entre sus brazos, y entre sus piernas también, sentir sus cuerpos desnudos piel con piel, deseaba su boca, sus labios, su lengua en un intenso y caliente encuentro. Quería conquistar su suave y cálida desnudez, subir a la cima de sus pechos desnudos entre sus manos suaves y calientes sobre su desbocado latido, a la vez que se llenaba del sabor de sus pezones erectos y duros que quería lamer y morder ávidamente, lo pensaba y se mordía los labios de puro placer. Quería saborearla lentamente, entre caricias y besos mutuos que la hicieran arder de placer, soñaba con recorrer piel con piel sus interminables curvas hasta alcanzar su sexo caliente y húmedo con sus gruesos labios y su lengua juguetona bajo su respiración jadeante y silenciosa y volver por su arqueado y entregado cuerpo a sus ardientes y pequeñas montañas y sus pezones juguetones, todo ello entre risas, jadeos y gemidos.    

Se tocaba y complacía imaginando sus manos bajando hasta su entrepierna para unir sus sexos latentes y húmedos, muy húmedos, acariciándose el uno con el otro suavemente en un vaivén sin fin, perdidas un deseo carnal y pecaminoso de dos corazones acelerados que quieren y desean cada vez más el uno del otro.  

Quería que la tomase y la hiciera suya, que devorase su sexo entregado a ella una y otra vez, quería que la sometiese y la conquistase hasta el amanecer, piel con piel.