ACEITE

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Me acababa de duchar y me puse aceite corporal por todo el cuerpo para dejarme la piel suave. Al esparcírmela por los pechos se me encogieron los pezones, la suavidad de la piel y la facilidad para deslizar las manos por encima era increíblemente sensual. Lo dejé estar y seguí esparciéndome más aceite por el resto del cuerpo. Al untarme el estómago y esparcirlo me invadió una sensación de calidez increíble entre los muslos y un cierto picor en el sexo avisándome de que si seguía adelante no iba a tener más remedio que acabar tocándome.

Decidí dejarlo y salir a la terraza para me diera el aire y enfriara la calentura. Era mediados de abril y la temperatura ya era agradable, sobre todo en un día soleado como aquel. Ya en la terraza cogí el bote de aceite para acabar la tarea, retiré la colchoneta para no mancharla y me senté en el borde.

No escuché la puerta de la calle cuando llegó Calos a casa. Cuando le vi aparecer vestido para salir a correr, me dio un susto de muerte. Pensaba que estaba sola en casa y apareció de repente sin hacer ruido, al menos yo no escuché nada.

Joder que susto me has dado, casi me da un infarto – le dije cabreada.

Perdona amor, no era mi intención asustarte – contestó.

Se acercó a mí, me dio un abrazo y me besó el cuello. Se retiró un poco sorprendido y me preguntó a que sabía. Le mostré el bote de aceite y puso cara de asco pasándose la mano por los labios para limpiárselos mientras yo me eché a reír.

Le dije que me pusiera en la espalda y ya acabaría yo después de dármelo en las piernas. Puso cara de circunstancias, pero no se negó. Sabía que no le gusta nada pringarse las manos, así que le tranquilice diciéndole que enseguida lo absorbía la piel y se quedaba muy suave. Me giré dándole la espalda antes de que me dijera que no y dejé caer un chorro generoso en el cuello por detrás que se deslizó por mi espalda.

No muy convencido me puso las manos en la espalda para evitar que el aceite llegara a la tumbona y ascendió con las manos por la espalda presionándome el cuello por detrás a modo de masaje. Cuando comprobó la suavidad y se adaptó al tacto empezó a descender para esparcírmelo. La sensación era deliciosa y cuando me pasó las manos por los costados a la altura de los pechos, no evitó meterlas a la altura de las axilas y tocarme el inicio de los pechos.

Siguió por la espalda hacia abajo hasta llegar a las nalgas y ascendió de nuevo. Yo me iba moviendo para que me pasara las manos por donde quería y se dio cuenta de que me estaba excitando. Sin decirme nada, me echó un chorro sobre los pechos y puso sus manos sobre ellos para esparcirlo. Intentó presionarme los pezones y no pudo, se le resbalaban los dedos.

Volvió a intentarlo y tampoco lo consiguió, aunque si se dio cuenta de que los tenía de punta y duros. Me recostó sobre su espalda apoyándome la cabeza en su pecho y empezó a masajearme los pechos. Ya no se trataba de ponerme aceite, ahora intentaba estrujarlos con las manos y al resbalársele me estaba dando un masaje que difícilmente podía evitar ponerme a cien, sobre todo cuando adelantó su pelvis y noté su polla dura apretándose contra mi espalda.

Me echó otro chorro de aceite a la altura del ombligo y lo espació hacia abajo untándome el sexo. Me pasó dos dedos entre las piernas y sin ningún esfuerzo me los metió en el coño. Los sacó y volvió a metérmelos deslizándolos con absoluta facilidad. Para entonces yo ya no podía dejar de mover las caderas para buscar el mayor contacto posible dentro de mí.

Se incorporó lo suficiente para quitarse el pantalón de deporte y se puso aceite en la polla. Me tumbó en la hamaca, me levantó las piernas hasta ponerlas en sus hombros y de una sola estocada me la metió hasta dentro. Salió y entró de nuevo. Con cada penetración notaba como me llegaba hasta la matriz y me la golpeaba suavemente. Nunca la había sentido tan dentro y esta nueva sensación hizo que el orgasmo empezara a hacer su aparición.

A veces se quedaba parado dentro, me restregaba los huevos por el ojo del culo y era maravilloso. Levanté un poco el trasero para poder pasar la mano por debajo y se los cogí, estiré un poco y aunque estaban contraídos, logré estirar lo suficiente para pasármelos por la entrada trasera. Intenté meterme uno dentro, pensando que con tanta lubricación me entraría sin problema, pero no fue posible, el escroto no daba de si lo suficiente.

Le dije que se tumbara él en la hamaca y me dejara a mí encima. Dijo que no iba a tardar mucho en correrse y contesté que eso ya lo sabía. Ni se imaginaba cuales eran mis intenciones, estaba desatada.

Me metí la punta del bote de aceite en el culo y lo presioné. Le puse un chorro en la polla y me senté a horcajadas encima. Me coloqué la punta en la entrada del orifico trasero y me deje caer de golpe empalándome el culo hasta la base de su tranca. Me pareció que se quedaba sin aire por la sorpresa.

Repetí la operación y en esta ocasión me acompañó levantando el culo hacia mí. Era increíble la sensación de ser penetrada sin casi fricción, tan solo sintiendo como se me abría el culo para recibirle. A la tercera me clavó las uñas en las tetas para agarrarlas y lanzó un grito cuando empezó a correrse.

Proveché mientras aún la tenía dura dentro de mí y me puse a hacer círculos para sentirla lo más posible. En ese momento dos dedos me presionaron el clítoris aplastándomelo. Ahora fui yo la que gritó al correrme con un intenso orgasmo. Sin dejarme recuperarme siguió masturbándome hasta que tuve un segundo orgasmo.

Traté de incorporarme y no podía, las piernas no me respondían. Me pasó una pierna por encima de él y se giró al mismo tiempo quedando detrás de mi y yo en posición fetal con su polla dentro del culo aún. Poco a poco se le fue bajando, hasta que se le salió y noté perfectamente como me salían todos los líquidos del culo y se derramaban por los muslos.


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