Me van a hacer venir par de cabrones I

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Pocas veces hablo de mi vida personal, sobre todo, en cuestión de mi relación en pareja, sin embargo, a petición de mi esposa tengo a bien contarles lo que nos pasó este fin de semana.

Era un sábado por la mañana y en casa estábamos mi esposa, Diana (amiga de mi esposa), Roberto, el esposo de Diana y yo, por su puesto. Amanecíamos de una noche de copas pues, tuvimos una reunión donde luego de varias cervezas, una cena y mucho bailar nos fuimos borrachos a dormir ya casi entradas las cuatro de la madrugada.

Diana y Roberto se levantaron un poco temprano, estaban en la casa buscando hidratarse pero no quisieron ir a tocarnos, mi esposa y yo estábamos cogiendo porque casi siempre que estamos crudos, nos entra mucho el querer devorarnos en todo momento.

Nos encontrábamos en la cocina los cuatro luego de almorzar y Diana platicaba muy sonrojada con mi esposa porque decía que se notaba el ruido que hacíamos en la mañana, entre risas y bromas dejamos la cocina y nos fuimos al patio, ellas seguían hablando morbosamente sobre el tema y luego de un rato Roberto se fue con diana a cambiarse pues ya comenzaba a hacer calor.

Mi esposa y yo notamos que estaban tardando mucho para cambiarse y fuimos a ver si necesitaban algo, entonces llegando a la sala escuchamos los gemidos de Diana y con morbo nos acercamos a la recamara.

Estaban Roberto y diana desnudos de pie recargados en la ventana, cogiendo con fuerza. Diana estaba increíble con su pelo castaño claro y su piel blanca deliciosa, sus piernas gruesas y firmes con esas nalgas perfectas abiertas por las manos de su hombre que introducía su pene en su empapada vagina, sus cuerpos chocaban delicioso y Diana solo gemía sintiendo los embates de esa verga haciendo tambalear sus pequeñas tetas. Mi esposa y yo nos miramos y quisimos entrar en ese momento para ver que se armaba pero los gruñidos de Roberto nos interrumpieron mirando como este se dejaba venir en el coño de Diana.

Mi esposa y yo estábamos calientes, yo tenía mi verga completamente dura apenas oculta bajo mis shorts, mi esposa también estaba escurriendo enfundada en una falda con vuelo y un pequeño top. Corrimos al patio y cinco minutos después salieron Diana y Roberto vestidos muy ligeros como para disfrutar del día soleado.

 

Ya solo estábamos esperando a que se sentaran con nosotros para ver si estaban dispuestos a algo delicioso, sin embargo y sin aviso, justo al comenzar a entablar palabra, sonó el teléfono de Roberto y este se apartó de nosotros un rato.

-Te la estabas pasando de lo lindo. –Dijo mi esposa a diana, dándole una nalgada mientras esta se sentaba en una silla.

Diana estaba preciosa, una chica encantadora con una cinturita deliciosa, 1.60 de estatura y con un vestido blanco de flores rojas, su pelo y su piel delicados y esas tetitas apenas tapadas por su vestido, sus perfectas piernas y su culo delicioso era como ver a una niña muy desarrollada venir a nosotros.

Destapamos unas cervezas y brindamos los tres por un nuevo día, mi esposa estaba junto a Diana y yo desde la orilla miraba como ambas se miraban con lujuria, estaba llegando Roberto y yo mismo le di su cerveza, de un solo sorbo se la tomó y nos dijo que tenía que irse.

-Por favor discúlpenme, pero debo llevar mi hermana al hospital porque tuvo un desajuste con la presión arterial y no hay quien la lleve.

-Entonces ya se van? –Preguntó mi esposa muy afligida.

-Discúlpanos por favor, son cosas de la familia y hay que atenderlas, pero si quieren que Diana se quede, tampoco se me hace justo que ella se valla a aburrir conmigo en el hospital.

-Cómo crees amor. –Dijo diana a su marido.

-No te preocupes amor, ya sabes cómo es mi hermana, de todos modos, me alcanzas en la casa.

Fuimos los tres a despedirlo en la entrada, Diana fue hasta la puerta del carro a darle un beso y agachándose el aire voló un poco su vestido y nos dimos cuenta de que no llevaba calzones.

Mi esposa y yo nos quedamos helados, ¿Qué estaba pasando? En realidad, él debía irse o ella le pidió quedarse para pasarla rico, tantas dudas nos pusieron más cachondos y mi esposa se metió a la casa solo para enseñarme que estaba lubricando.

Diana regresó con nosotros al patio, nos tomamos otro par de cervezas, platicábamos de cosas y en una de tantas mi esposa le dijo que los vimos cogiendo y estábamos por entrar a acompañarlos.

-Nada me hubiera gustado más que eso pasara, pero Roberto no está listo para eso, él me dijo que los vio en la sala y que se sintió tan excitado que se vino con solo sentirse observado, no me mal entiendan, el si quiere intentar algo rico, pero siente que se va a calentar demasiado que va a terminar muy rápido y eso le causa conflicto.

-No manches amiga, eso no nos importa, lo importante es pasarla bonito. –Le dijo mi esposa tomándola de una pierna. Me paré y fui a sentarme en el lugar de Roberto dejando a Diana en medio de nosotros. –Qué bueno que te dejó quedarte, no sabes las ganas que tenemos de verte desnuda, hubiera sido mejor con tu marido, pero espero que tú quieras pasarla rico, aunque él no esté.

Comenzamos a acariciarle sus piernas, ¡por Dios! Que deliciosas y suaves, estábamos besándola en el cuello mientras también acariciábamos sus pequeñas tetitas, pero ella nos dijo que primero quería vernos.

Nos metimos a la casa y la sentamos en medio de la sala, mi esposa y yo nos besamos de frente y con mucha paciencia nos íbamos quitando la ropa, mis manos tomaban las tetas de mi esposa y ella jugaba con mi verga masturbándome suavemente, nos acariciábamos desde la espalda hasta las nalgas y ambos ya estábamos muy calientes sintiéndonos observados por ella.

Nos hicimos un faje como de unos cinco minutos y volteamos a verla y cual era nuestra sorpresa que Diana estaba abierta de piernas mirando cómo nos deseábamos, ella con su mano en su sexo estaba también gimiendo sintiendo que el clímax llegaba hasta ella.

-Me gusta verlos, no paren de tocarse.

Nos pusimos más cachondos y mi esposa se puso de rodillas, me comenzó a mamar la verga y nos pusimos de frente para que también Diana viera el culo de mi esposa, diana estaba extasiada metiendo casi todos sus dedos a su vagina y solo podía escuchar sus gemidos aunados alas tremendas mamadas que me propinaba mi esposa. Finalmente, Diana no pudo con tanto y entre gemidos termino regándose en un orgasmo escandaloso.

Mi esposa y yo nos quedamos quietos, nos pusimos de pie solo para verla venirse con aquel vestido blanco de flores, ella poco a poco fue recobrando sus fuerzas y nos miró como agradeciendo por ello.

-Ven, quiero que estés con nosotros. –Le dijo mi esposa extendiendo su mano. Entonces Dianita se puso de pie y estaba en medio de ambos dándome la espalda y mirando a mi esposa a los ojos.


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