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La culpa siempre es mía por esperar de la gente lo que no puede dar. Espero que me den lo que yo daría por ellos y la decepción me golpea con fuerza cuando descubro que las cosas no son cómo deseo. Encima, tengo que aceptarlo y tragarme la tristeza, pues dicen por ahí que nadie está diseñado para cumplir con las expectativas de nadie. Vivo esperando lo que nadie está dispuesto a hacer, lo que nadie puede dar.
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