Era nuestra primera noche de vacaciones. Habíamos llegado a mediodía al apartamento que habíamos alquilado después de hacernos más de quinientos kilómetros desde Madrid. Solo habíamos tenido tiempo de hacer algunas compras en el super para sobrevivir, hacer una copia de las llaves para cada una, cenar algo en el bar de la esquina y subir a casa a darnos una ducha antes de salir de marcha.
Antes de salir del apartamento nos repetimos la consigna de siempre. “La que pille macho que disfrute y no se preocupe por la demás”. Era nuestra norma para disfrutar de las vacaciones, cero preocupaciones y aprovechar todas las oportunidades para disfrutar del sexo.
Llegamos a la discoteca y como siempre había muchos más chicos que chicas en la fila para entrar. Nos miramos y todas al tiempo dijimos lo mismo “esto promete”. Era como una consigna entre nosotras y significaba que íbamos a follarnos todo lo decente que se nos pusiera por delante.
El gorila de la puerta nos llamó cuando vio que nos íbamos hacia la fila. Nos acercamos, nos dijo que podíamos pasar y nadie protestó. Cuatro tías solas en una discoteca es una oportunidad que ningún local deja pasar para animar a los parroquianos.
Al entrar me quedé mirando el bíceps tatuado del gorila. Él tensó varias veces el músculo y parecía que la serpiente que llevaba grabada se movía. Le miré a la cara y los dos sonreímos. Al pasar a su lado me cogió de la cintura y acercándose a mi oído me dijo que le reservara mi mejor baile de la noche. Solo con pensar que podía follar con aquella montaña de músculos, me puso cachonda y me noté húmeda entre las piernas. Estaba tan sorprendida que ni siquiera le respondí.
Una hora más tarde y ya con la segunda copa, vi venir al gorila directamente hacia nuestra mesa. Nos dio unas invitaciones para consumir copas gratis y se acercó de nuevo a mi oído. Casi en susurros me dijo que arreglaba un par de cosas pendientes y estaba conmigo para empotrarme y follarme salvajemente como nadie me lo había hecho nunca.
Me quedé pasmada, solo pude mirarle a la cara y asentir sin ser muy consciente de lo que hacía. Mis amigas me preguntaron que me había dicho y solo dije que le tenía que esperar a que solventara no sabía que y volvía para empotrarme salvajemente. Según acabé de decirlo me tomé más de media copa de un solo trago.
Estábamos las cuatro bailando en la pista a nuestro aire y sin hacer caso a todos los tíos que nos rodaban, cuando alguien me cogió la mano desde atrás y me dijo que ya estaba de vuelta. Se pegó a mi espalda y empezó a bailar conmigo con la polla aplastada contra mi culo y las manos en el estómago. Al acabar la canción me dijo, simplemente, vamos. Me cogió de la mano y tiró de mí.
Entremos por un pasillo cubierto por una cortina donde había varias puertas. Al llegar a una que ponía seguridad, la abrió, encendió la luz y entramos. Según la cerraba echando el pestillo, habló por el intercomunicador que llevaba en el hombro y dijo que no estaba de servicio la siguiente media hora.
Me agarró por la cintura y pegó mi entrepierna a la suya, ya la tenía lo suficientemente dura para que la notase restregándose pegada a mi estómago. Se sacó la camiseta con el logo de la discoteca y se quitó los cables del intercomunicador. Me agarró del pelo y pego su boca a la mía. No me beso, solo me pasó la lengua por los labios y por el cuello, mientras con la otra mano me sobaba las tetas.
Teniéndome cogida del pelo me dirigió la cara a sus pectorales y me dijo que le chupara los pezones. Tenía unas tetas que muchas tías las quisieran para ellas, del tamaño de un puño y duras como piedras. Me llevaba la cara de un pectoral al otro y me la aplastaba para que intensificara mis lengüetazos, así que le cogí el pezón con los dientes y me dijo que le mordiera, mientras se bajaba los pantalones y se sacaba la polla.
Me hizo levantar la cabeza tirándome del pelo y volvió a pasarme la lengua por los labios. Me subió la camiseta y el sujetador al mismo tiempo. Se apoderó de un pecho con la boca y me pellizcó el otro con la mano. Yo me puse las manos en la espalda, dándole a entender que me podía hacer lo que quisiera, estaba entregada y expectante a ver lo que me hacía tanto músculo.
Una mano ascendió por dentro de la falda y se posó en mi sexo, retiró las bragas y metió un dedo dentro del coño. Di un respingo al notarlo entrar, metió otro dedo más y después un tercero. Me dijo que ya estaba preparada para follarme, se sacó un preservativo del bolsillo de los pantalones y me lo dio para que se lo pusiera.
Me colocó de espaldas a él y pegada a la puerta. Me dijo que me agarrara a los boliches del perchero y levantándome del suelo me la metió haciéndome sacar el culo hacía atrás. Me descendió despacio al tiempo que la polla se enterraba dentro de mí, no era muy larga, pero si bastante gruesa, como me gastan a mí.
A partir de ese momento, totalmente empalada, empezó a follarme como un animal, con un brazo alrededor de mi cintura y torturándome los pezones sin dejar de pellizcarlos y estirarlos. Me decía que me corriera para él y no retardara el primer orgasmo, ya que me iba a dar tantos como fuera capaz de soportar. Me excitó tanto escucharle, mientras me follaba, que me corrí lloriqueando de placer y sin cortarme un pelo.
Me la sacó y sin dejar que me recuperara sentí algo húmedo entre los glúteos del culo. Al girar la cabeza vi que tenía su cara pegada y notaba su lengua abriéndose camino por el oscuro canal. Me metió dos dedos en el coño y luego me los pasó por el ojete presionando hasta que entraron, me estaba lubricando el culo. Antes de incorporarse y pagarse a mi espalda, me escupió saliva en el culo.
Me dijo que me iba a doler un poco y le respondí que no se preocupara, que no iba a ser la primera vez que me la metían en el culo. Me puso la punta en la entrada y presionó hasta introducir el capullo, produciéndome un poco de quemazón. Se paró para que me acostumbrara a la presión, ese conducto no se dilataba como el anterior.
Cuando le dije que siguiera noté más saliva justo donde me la estaba metiendo y de pronto dio un empujón y me la enterró entera. Grité de dolor y se me saltaron las lágrimas. Se quedó inmóvil a la espera de que me recuperara. Al tener el culo más accesible que el coño, comprobé que además de gorda la tenía más larga de lo que había creído.
Del dolor pasé a sentir calor dentro de mí y desear que aquel intruso en mi culo se moviera para sentirlo lo más posible. Fue follándomelo despacio, poco a poco al principio, hasta que consiguió entrar y salir sin dolor para mí. A partir de ahí me envistió con tanta fuerza que pensé que me iba a romper en dos. Pero en vez de romperme me corrí dos veces con sus envites.
Me la sacó y se quitó el condón limpito por dentro, no se había corrido a pesar de llevar un buen rato follándome. Me dijo que era mi turno y quería que se la chupara hasta el final y sin parar hasta que se corriera en mi boca. Asentí con la cabeza al tiempo que me arrodillaba en el suelo para meterme su polla en la boca.
Me costó un poco acostumbrarme al tamaño. No obstante, pude acomodar el capullo y una parte dentro. Una vez tomada la medida de lo que era capaz de tragar empezó a follarme la boca mientras le pasaba la lengua alrededor del capullo y no tardó demasiado en correrse. Tuve que hacer esfuerzos para ir tragándome todo lo que salía de su polla. Cuando acabó seguí chupándole el capullo hasta que me retiró.
Esta vez si que me besó. Me metió la lengua hasta la garganta y me hizo sacar la lengua para chupármela como si fuera un helado.
Me ayudó a subirme a una silla y empezó a besarme el estómago hacia la espalda. Descendió hasta los glúteos y se dirigió hacia el sexo. Lo besó metiendo y sacando la lengua hasta que empecé a gimotear de placer. A partir de ese momento solo se dedicó al clítoris hasta que me corrí con un grito inconsciente.
Nos vestimos y salimos a la sala. Me acompañó hasta la mesa y me besó el dorso de la mano a modo de despedida mientras me decía que había sido un placer conocerme “tan bien”, lo dijo haciendo las comillas con las manos.
Ni siquiera esperé a ver si volvía alguna de mis amigas. Cogí mi bolso y me fui directamente a la casa y al llegar me acosté, estaba agotada y muy, pero que muy, relajada.
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