En cierta ocasión, iba caminando solo por el centro de la ciudad de Sevilla, concretamente por la avenida de la Constitución, en dirección a la sede Central de Correos, a corta distancia de la Puerta de Jerez.
Entonces me encontré de súbito con un muro humano: la cola de una manifestación, que ocupaba toda la anchura de la avenida; sus integrantes, como es natural, se hallaban de espaldas a mí.
En estas estaba cuando, para mi sorpresa, vi que, del interior de la manifestación, emergió, saliéndose de la misma, el afamado político socialista Atilio Gracia.
Lo reconocí de inmediato, al igual que uno de los manifestantes rezagados: un tipo alto, cuarentón, con un pelo castaño ondulado y lamido y unos cuantos kilos de más. El tipo lo abordó y al mismo tiempo que le estrechaba la mano, mirándole fijamente a los ojos, estos detrás de unas lentes gruesas, gravemente le preguntó: "¿Cómo va nuestro partido?". El político socialista, sorprendido y cauteloso, le respondió: "Bien, bien".
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