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Cuando te beso, nuestros corazones no se comunican. El mío pide a gritos el tacto de tus dedos sobre mi piel, el tuyo sugiere que la danza de nuestros labios es suficiente. El calor de mi ser quiere ser apagado por las fuentes del contacto físico, no con las pausas que marcan estrepitosas huidas.
A mi cuerpo lo abraza el calor de tu presencia, cada poro de mi piel te llama. Me envuelve un fuego incontenible, que no se apaga con la negativa, sino que termina por consumirme y mi cuerpo, hecho cenizas, renace entre lágrimas.
Sol intenso que no perdona,
piel fría que abandona,
labios hechos de hielo,
¿cuándo me llevarás al cielo?
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