Anoche soñé que tus brazos me envolvían por la espalda y la sensación fue tan real, creí que después de medio año ya lo habría olvidado. Fui capaz de recordar la típica calidez de tu cuerpo, el grosor de tus brazos, la presión de tu cuerpo sobre el mío. Me horroricé, fue como si la misma desgracia me estuviera abrazando.
Soñar contigo no significa que te extraño, pues siempre despierto con la sensación de odiarte incluso más que antes. Es de suponerse que, entre más pasa el tiempo, el olvido y el perdón se hacen presentes. Pero a mí no me pasa eso, al contrario, siento que cada día desbloqueo nuevos recuerdos del infierno que viví.
Días como hoy, amanezco odiándote y esperando que la vida jamás te sonría. A mí me succionaste la vida y casi me la arrebatas, pero quién más perdió fuiste tú. Nunca serás feliz, porque no sabes lo que quieres y aunque seas un hombre metódico, no sabes ni por donde comenzar a buscar tu propia felicidad. Así como nunca tuve reparo en decirte que te amaba, hoy no me detengo para decirte que te deseo la mayor de las infelicidades. Ojalá nunca encuentres eso que te llena y vivas en el constante vacío que te ha caracterizado. Ojalá nunca vuelvas a verla, o que eventualmente se dé cuenta del asco de persona que tiene por padre y termine por no querer saber más de ti.
Que la vida te quite todo lo que amas, porque tú me alejaste de lo mío.
Donde quiera que estés, que la paz nunca llegue a ti.
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