la última noche 1ª parte

La mesa lucía ya puesta, las velas encendidas, el vino bien frío, la cocina todavía guarda ese olor a comida recién hecha, el perro de cerámica parece recobrar vida cada vez que le veo a los ojos; los cambios le han sentado mal sus patas ya descoloridas y con algún que otro arañazo; su hocico confundido entre blanco y negro dejan al descubierto su antigüedad; recuerdo la primera vez que le vi adornando la puerta de una tenducha a las afueras de la ciudad, me resultaba desagradable su presencia canina pero al rato de estarlo mirando descubrí a una mujer agachada junto a él acariciando su cuerpo como si en su interior latiera un corazón; preguntaba al tendero su precio sin percatarse de que lo llevaba colgado del cuello.-Cien euros señorita, le dije entonces; extrajo de uno de los bolsillos traseros un montón de billetes, abrió una de mis manos y sonriendo depositó sobre ella el billete de cien euros. Con la misma agarró al perro entre sus brazos y salió corriendo como alma que lleva el diablo, el tendero se acercó a mí sacándome el billete de la mano bruscamente; se adentró en su guarida maldiciendo a los forasteros cara duras que últimamente rondaban el pueblo. Seguí mi camino hasta la plaza; allí estaba la mujer abrazada a su fiel amigo sentada en un banco de madera ya viejo, me senté junto a ella y reconoció mi rostro al instante los dos nos reímos por el mal entendido, la invité a comer, la acompañé en su visita por el pueblo; llegó la noche y también la acompañé primero hasta su puerta; más tarde hasta su habitación.