Seres de cuentos de hadas. Fabulas contadas por viejos para asustar a los mas pequeños. Hasta que los cuentos se volvieron realidad. La verdad es que siempre fueron realidad, solo que mi mente se las ingeniaba para hacerles parecer ficticios. Mas, tan reales como el sol o la luna, estas “Sombras” se encontraron frente a nosotros. No habían sabanas para escondernos debajo o luz para saber donde correr. Solo hubo tristeza.
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Lo que aquellas fabulas jamás nos dijeron era la tristeza que se sentía. Esos ancianos describían bien a los seres: Oscuros y aterradores, los cuales llevaban puesto algo así como una capucha negra. No tenían pies para caminar, así que flotaban en el aire. ¿Rostro? Solo oscuridad detrás de esa capa. Indistinguible para un ser humano. Aunque si pudiera imaginar un rostro de estas cosas tan terroríficas, sería lleno de melancolía. De hecho la descripción que tenia en mi mente de ellos era casi correcta. A excepción de una. La mas importante. La razón por la cual me di cuenta que ninguno de esos ancianos sabios alguna vez estuvo frente a uno de estos espectros fue por que ni uno de sus cuentos hablan de la melancolía que se siente al estar frente a ellos.
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No hablo de simple tristeza. Es algo indescriptible. Sentí como si mi corazón se hubiera podrido. Mis ojos lloraban sin control. Mi boca no podía sonreír y mis pensamientos, bueno, eran oscuros, melancólicos, olvidaron el significado de la felicidad. En esos instantes sentí que lo único que había en el mundo era pena, aflicción y dolor. Déjame decirte, lector, que este ser no me tenia en sus garras. Mas bien mi mejor amigo fue el elegido del espectro. Lo tenia tomado de todo su ser, y alcancé a vislumbrar como parecía alimentarse de este. No podía moverme, mucho menos mi amigo el cual estaba siendo subyugado por aquella cosa. No puedo imaginar jamás en mi mente un dolor peor que el que sentí en esos momentos. Estoy seguro que mi amigo si pudo, pues mientras estaba en las garras de aquel ser, sus ojos habían olvidado el color y la luz. Eran blancos como la nieve. Su boca torcida hacia abajo. Inimaginable.
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De eso si hablaban los ancianos, y tenían razón. Nadie jamás escapa de las garras de estas sombras. Una vez que te toman, te llevan a su mundo sombrío. ¿Dónde esta y cual es su razón de existir? No lo se. Ni lo quiero saber. Solo se que al final pude tomar valor para correr y dejar a mi amigo ahí, con esos seres tan tristes, tan sombríos. Una vez que estuve lejos, mis piernas no podían correr mas, por fin pude dejar de llorar. Mas sin embargo, aun no podía sonreír. Mi mente no era capaz encontrar memorias felices. Como si estas jamás hubieran existido.
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Este escrito es una mera advertencia. Los cuentos de los ancianos acerca de las sombras no se acercan ni un poco a la realidad. Es mucho peor. Estos seres llenos de tristeza y melancolía son reales y habitan en este bosque oscuro. En este reino existen muchas cosas mágicas y emocionantes, pero nada como lo que se encuentra dentro de este lugar. Ningún libro habla de alguno que haya sobrevivido las garras de estos, pues es imposible escapar. No se si alguien haya estado tan cerca como yo a estos espectros. No importa, solo quiero que tu curiosidad no se convierta en tu destrucción. Las “Sombras” son reales y peor de lo que tu mente pueda imaginar.
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No me busques pues no me encontrarás. Esta carta esta clavada a la entrada en este árbol grande y esplendoroso como una advertencia. Date la vuelta y no vuelvas. Quiero que sepas que la felicidad jamás volvió a mi corazón. No recuerdo su sentimiento. No es mas que un mero pensamiento, el cual está cubierto de un velo oscuro. No me encontrarás pues cuando leas esto no estaré mas en este mundo. Al final esos espectros me llevaron con ellos, a su mundo. No en esos momentos, pero un día después de este escrito. La verdad, hubiera preferido me llevaran ese mismo día, pues así no podría recordar lo que me hicieron olvidar.
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Date la vuelta, sonríe y no vuelvas a recordar que algún día quisiste entrar a este lugar. A menos que lo único que busques sea tristeza por el resto de tu vida. Créeme, no lo creo.
Adiós.
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