A levantar la mirada, por una plataforma elevada, que nos da la impresión de estar sobre esta mujer, unos hombres (estatuas) desnudos, de pies, como si fueran desprendidos de un cuadro (con influencias océano) de Picasso, de su rebelde época en sus viajes entre Barcelona y Paris, y el cubismo.
La densidad de los átomos de plomo sería equivalente con la multitud de estatuas en un espacio tan restringido, algunas muy poco visibles. El misterio de un jardín original de árboles que salen de todos los lados, da la pesadez en la que el ojo y la mente pueden almacenar y reproducir.
Un metro de Japón, con sus empleados que empujan, las imágenes retinarias sería la solución para asimilar y digerir la complejidad de esta “exposición callejera genuina”.
El edificio tiene una planta superior, con una terraza que guarda la misma tendencia de aglomeración.
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