la última noche 3ª parte
Por Galaecia
Enviado el 19/07/2013, clasificado en Amor / Románticos
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Han pasado meses desde entonces y hasta esta mañana nunca había leído la carta.
Querido Pedro:
Siento mucho haberte engañado, se me había olvidado cómo se siente una cuando es mujer; esta noche lo he descubierto; todo gracias a ti, mi vida es demasiado complicada para redactarla en un trozo de papel no recuerdo el momento en que me perdí quizás la desesperación, la injusticia, la rabia, la impotencia fueron alimentando mi sed de venganza, cuando comiences a leer esta carta ya estaré muy lejos de aquí, te confío a Pol se que os llevareis bien, dentro de dos meses justos volveremos a vernos, espérame en tu casa; no te preocupes sé cómo llegar hasta allí, cenaremos juntos y te revelaré quien soy, hasta entonces cuídate, besos.
Atentamente tuya
Así sin más ni un nombre, ni unas pistas nada de nada, tendría que haber llamado a la policía pero no lo hice preferí esperarla como un tonto enamorado.
-¡es una asesina! Repetía una y otra vez mi yo interior.
Una asesina no se para en la puerta de una tienda para acariciar una figura canina, ni sonríe como la hacía ella, ¡no, no, no!
-tienes razón no soy una asesina
-¡aaaahhh! Por dónde has entrado, de dónde has salido, cuánto tiempo llevas escuchándome.
-responderé una a una tus preguntas, ¡ya veo que has cuidado bien de pol!.
-la policía te busca, piensan que eres una asesina.
-¿y qué piensas tu?
-¿Qué pienso yo? ¡Qué quieres que piense, no sé nada de ti, ni siquiera se tu nombre y todavía me preguntas que es lo que pienso!.
-¡Pedro perdóname!, nunca te he mentido respeto a mis sentimientos, no tendría que haber pasado esto, tu no deberías estar en aquella tienda, ni seguirme hasta la plaza, ni acompañarme hasta mi cama.
-¡llaman a la puerta!, quédate ahí todavía no hemos acabado de hablar.
-¡Pedro!, no abras pueden ser ellos a estas horas seguro que han descubierto quien soy y vienen a por mí.
-¡si te refieres a la policía ya es tarde! la misma mañana que me abandonaste aparecieron en el dormitorio armados y haciendo preguntas para las cuales no tenía respuestas.
-no me refiero a la policía sino a los asesinos.
-¡déjate de juegos, la única asesina aquí eres tú!
-¡nooo!
-levanta las manos imbécil, y camina despacito.
-si das un paso más monada le vuelo la cabeza ¡y sabes que no amenazo en vano!
-Está bien ¿Por qué no le dejas ir y hablamos de esto entre nosotros?
-¿me tomas por un idiota?
-¿qué está pasando aquí, De que habláis?
-¡que te calles, te digo o te vuelo la cabeza!, donde están las pruebas entrégamelas y no habrá heridos, ¡al menos que prefieras ver a tu amorcito muerto o que sufra como tu hermano!
-¡maldito cabrón! Te mataré.
El resto pasó muy deprisa, los dos forcejearon el arma se disparó, yo salí corriendo hacia la puerta, un agente me protegió, unos cinco agentes más entraron; se oían disparos, gritos. Me sentí culpable por haberla abandonado y volví corriendo a por ella la última bala era para mí pero no resultó así su cuerpo se antepuso al mío los dos caímos al suelo, los policías consiguieron detener a uno de ellos e hirieron de gravedad al otro, el cuerpo de ella yacía en el suelo casi sin vida y sobre un gran charco de sangre.
-te salvé, dijo sin fuerzas.
-no hables te pondrás bien, le dije llorando mientras abrazaba su cuerpo.
-mientes muy mal ¿lo sabes verdad? Responde ella.
-¡te quiero!, dijo mientras se dormía para siempre.
Sacudí su cuerpo muerto mientras gritaba de rabia, no la quería soltar ¡ella era mía, solo mía!
-será mejor que nos acompañe, dijo unos de los policías.
Pasaron los años y nunca más volví a mi casa, demasiado dolor en su interior, el recuerdo de tu cuerpo en el suelo acelera mi respiración. Hoy estoy frente a la puerta de aquella vieja tienda, el dueño está un poco más gordo y arrugado, entré pensando en comprar otro perro de cerámica, le pregunté al dueño por ellos y me sorprendió su respuesta, negó haber tenido a la venta perro alguno entonces sentí sus nervios a través del sudor de su frente y su manos agitadas.
-¡no mienta! Grite llevado por la rabia, los clientes me observaban callados, en sus rostros se reflejaba el mismo miedo que sentí yo cuando entró la policía por primera vez en el dormitorio.
Salí corriendo hasta la plaza y me senté en aquel viejo banco, recordé la noche de tu muerte cuando me decías que no eras una asesina, también recordé aquel hombre exigiéndote las pruebas. ¡Claro, como no me he dado cuenta antes, Pol es la respuesta a todo, ahora comprendo porque lo cuidabas tanto a pesar de ser una insignificante figura.
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