Seguía manteniéndose hermosa a pesar de los años pasados.
Divorciada hacía muchos años, algunas compañeras me contaron algo de su promiscuidad hace bastantes años provocada por su frustración y yo intente sin éxito ser uno más en su lista, aunque ella sabía que la deseaba.
Ese día estaba muy tensa. Había tenido reuniones y su cargo le hacía sentirse agobiada y se fue a mi despacho a echarme la bronca inmerecidamente.
-¿has acabado ya Julia?
- Tal vez me haya quedado corta, Miguel, no te pongas chulito pues no tienes derecho.
- Tú Julia si que te mereces más...
- ¿si, listo, que me merezco?
Cerré la puerta, me bajé el pantalón y el slip y le dije: esto, esto es lo que te mereces y te puedo dar.
Julia se quedó en silencio, luego se cruzó de brazos sonriendo nerviosa.
-Ya te dije Julia, hace años, que estoy dotado, si quieres puedes, nadie lo sabrá.
Entonces Julia se puso ante mí de rodillas y me cogió el miembro ya medio erecto.
- Te voy a hacer correrte en dos minutos y me vas a defraudar… procura no mancharme, a ver machito.
Y empezó a comérmela una y otra vez.
Reconozco que lo hacía bien, temía no durar, estaba sudando.
La cogí de la cabeza para acompañarla en los movimientos.
En voz entrecortada la dije:
-Julia, déjame comértelo, lo hago bien; a cambio déjame correrme dentro de ti... tu ya no puedes tener hijos por la edad, me imagino.
Notaba que estaba a punto de irme. Entonces la paré y la puse de pie poniéndola de espaldas.
La desabroché la falda y nada más bajarla las bragas me corrí abundantemente en sus nalgas
- Uf..., he durado bastante más de lo que decías, Julia, déjame limpiarte con estas servilletas.
- Si, Miguel, estoy desentrenada pues hace bastante tiempo que no lo hacía
- Te voy a desnudar del todo, Julia y te vas a tumbar aquí y déjate hacer, abandónate.
- Sé que me deseas desde hace muchos años.
- La espera mereció la pena.
La tumbé sobre la mesa y después de besarla los pequeños senos bajé por su vientre y me concentré en su húmedo sexo esperando a tener la erección pues deseaba follarla.
Mis dedos trabajaron tanto como mi lengua y así iba su clítoris creciendo al mismo tiempo que empecé a oír sus gemidos.
Incrementé mis movimientos con la lengua y los dedos, su clítoris era mío.
Y mi pene de 22 centímetros se estaba poniendo erecto.
En ese momento decidí follarme a mi jefa: la subí las piernas doblándoselas un poco y en cuanto notó la penetración se arqueó emitiendo lo que me pareció un chillido de placer y ahí fue cuando entonces sabiendo el placer que le estaba dando la penetré duramente, una y otra vez, con intensidad, como suelo hacer con otras chicas para que gocen de mi dotación.
Cómo le gustaba a está zorra de mi jefa y cómo me gustaba a mí, claro.
La doblé más las piernas, saqué mi pene y se lo volví a insertar taladrándola de forma intensa hasta que descargué la leche en su interior sin que se perdiera una gota, dejándola extenuada.
- Julia esto es lo que te has perdido durante muchos años y no te daré más pues no te lo mereces por tu actitud.
Y en esto nos vestimos y se retiró a su despacho sin decir nada.
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