Buscando un día soleado.
" Que arriba, que abajo,
que a mi novia le he visto el refajo.
Que abajo, que arriba,
que a mi novia le he visto las ligas".
Jota popular manchega.
Era demasiado tarde para rectificar cuando Anselmo descubrió que estaba equivocado. Que lo había estado toda la vida. Que no era más que un apéndice teledirigido, un autómata que no podía tener criterio en tanto que ni siquiera tenía entidad. Que posiblemente ni siquiera fuera, por más que se había empeñado una y otra vez en afirmarse como tal.
Hasta que llegó ella. Como un soplo de aire fresco- que diría un interno de cualquier hospital echándolos en falta. Lo cierto que el muchacho fue logrando entidad. Paulatinamente. El primer cambio fue ponerse a trabajar. La resurrección de las almas debe consistir en tal asunto- se dijo para sí. Pasó de autómata de oscuros hilos a otro, pero de hilos más manifiestos. Y se alegró profundamente que el sistema permitiera tales devaneos. Merecía la pena pues posibilitaba el amor. La vida seguía siendo parecida porquería, pero, como también dijera el ínclito Luis Aguilé, la vida pasa felizmente si hay amor- aunque fuera una lata tener que madrugar para trabajar.
En fin, a lo que iba, el planeta Tierra dejaba un resquicio a la salvación y a pesar de todo, como también dijera otro poeta Luis- en este caso Goytisolo- y dirigiéndose a su hija: verás, cómo al final encuentras “amigos”, encuentras “amor”.
Si le pasó a Anselmo Cifuentes, por qué no le va a poder pasar a usted.
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